21/06/2017, 20:22
Akame no pudo evitar dar un respingo en su silla cuando Aiko dijo, literalmente, que iba a tocarse pensando en ese Jefe. «¡No falla, si es que no falla! ¡De Amegakure tenía que ser! ¡En esa maldita Aldea están todos locos!», pensaba el Uchiha mientras trataba de disimular y recuperar la compostura. A juzgar por la expresión atónita de su rostro, Datsue tampoco se había visto venir aquel giro de los acontecimientos. Las dos mujeres, sin embargo, se limitaron a quedarse pálida como la nieve, una, y echar unas discretas risas, otra.
—Ya veo, ya —respondió una de ellas cuando Datsue trató de excusar a la kunoichi.
—¿Podemos dejar el tema ya? —apremió la otra, bajando todavía más la voz—. El Jefe tiene oídos en todas partes, extranjero.
Sin embargo, su compañera no estaba tan dispuesta a abandonar la conversación. Había un destello de curiosidad en sus ojos, o tal vez era simple chismorreo yamiriense. La cuestión es que, girándose para encarar a Datsue, bebió un sorbo de su jarra de cerveza e inquirió con tono escéptico.
—¿Dices que vio el asesinato? ¿Y cómo lo sabes? —añadió—. ¿Lo viste tú también? Dicen que el muerto se levantó... ¿Qué hay de cierto en eso?
Akame, que se había mantenido al margen hasta ese momento, se vio tentado de agarrar a la mujer y abofetearla hasta sacarle cualquiera que fuese la información que tuviera al respecto de todo aquel lío.
—Le rajaron la garganta. Cuando eso sucede, las principales arterias de tu cuerpo son cortadas y mueres desangrado en cuestión de instantes —replicó el Uchiha con tono frío.
Las dos mujeres lo miraron con una cara un tanto extraña, y luego se miraron entre sí. La segunda parecía a punto de decir algo, pero probablemente el respeto que le infundía creer que Datsue era un ninja de alto rango de Uzushiogakure bastó para que se mordiese la lengua.
Por su parte, las mariposas de Aiko se distribuyeron por la ciudad. Yamiria era enorme, con centenares de casas, calles y callejuelas, varias plazas concurridas incluso a aquellas horas de la noche y unas extensas afueras. Si quería cubrir todo el perímetro, se llevaría —probablemente— varios días en vela.
—Ya veo, ya —respondió una de ellas cuando Datsue trató de excusar a la kunoichi.
—¿Podemos dejar el tema ya? —apremió la otra, bajando todavía más la voz—. El Jefe tiene oídos en todas partes, extranjero.
Sin embargo, su compañera no estaba tan dispuesta a abandonar la conversación. Había un destello de curiosidad en sus ojos, o tal vez era simple chismorreo yamiriense. La cuestión es que, girándose para encarar a Datsue, bebió un sorbo de su jarra de cerveza e inquirió con tono escéptico.
—¿Dices que vio el asesinato? ¿Y cómo lo sabes? —añadió—. ¿Lo viste tú también? Dicen que el muerto se levantó... ¿Qué hay de cierto en eso?
Akame, que se había mantenido al margen hasta ese momento, se vio tentado de agarrar a la mujer y abofetearla hasta sacarle cualquiera que fuese la información que tuviera al respecto de todo aquel lío.
—Le rajaron la garganta. Cuando eso sucede, las principales arterias de tu cuerpo son cortadas y mueres desangrado en cuestión de instantes —replicó el Uchiha con tono frío.
Las dos mujeres lo miraron con una cara un tanto extraña, y luego se miraron entre sí. La segunda parecía a punto de decir algo, pero probablemente el respeto que le infundía creer que Datsue era un ninja de alto rango de Uzushiogakure bastó para que se mordiese la lengua.
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Por su parte, las mariposas de Aiko se distribuyeron por la ciudad. Yamiria era enorme, con centenares de casas, calles y callejuelas, varias plazas concurridas incluso a aquellas horas de la noche y unas extensas afueras. Si quería cubrir todo el perímetro, se llevaría —probablemente— varios días en vela.