24/06/2017, 01:08
Dejar el nombre de la aldea en alto, eso se lo podían dejar a él. De cualquier forma, no estaba de más contar con alguno que otro aliado dentro de los húmedos rincones de su propia aldea, así que estaba más que dispuesto a aceptar la oferta de Keisuke para que ambos entrenaran un poco una vez hubieran llegado a las famosas locaciones en el interior del Valle de los Dojos.
Luego, después de probar sus bebidas, su interlocutor aprovechó el hiato para arrojar una interrogante que poco había escuchado el escualo. Y es que Keisuke pensaba que Kaido venía siendo un tipo de lo más tratable a pesar de los rasgos más característicos de su apariencia. El gyojin volvió a torcer el gesto, ligeramente disconforme y un poco decepcionado de sí mismo.
Keisuke tenía razón, había estado tratándolo mejor que lo de costumbre.
—Lo soy, soy un completo hijo de puta. Pero eres el tío más amigable y pendenciero que he conocido nunca y, además, pareces buena gente. No me supone ninguna diversión tocarle las narices a alguien así, así que... supongo que ésta es la versión buena del tiburón de Amegakure. Tienes suerte, con eso te digo todo.
Y, esa era su explicación. Pero lo cierto es que veía a Keisuke como una persona débil y pusilánime, que desde un principio aceptó sin reparo el plan de viaje de un shinobi extraño. Sin réplica, ni sugerencias, simplemente se adaptó a lo que Kaido había impuesto desde su llegada. Para él, no tenía sentido meterse con el joven Keisuke. Mientras le fuera de utilidad, claro está.
Entre sus dubitativas, poco después llegaron los platos. Todo lo que habían pedido, sin excepción, y también la cuenta con el total a pagar.
Así pues, el escualo se apuró a devorar —no había sinónimo, teniendo semejante dentadura— su comida, a tal punto de dejar las vasijas incluso más limpias que antes.
—¡Ufffffff! pero que bueno estuvo, coño.
Luego, después de probar sus bebidas, su interlocutor aprovechó el hiato para arrojar una interrogante que poco había escuchado el escualo. Y es que Keisuke pensaba que Kaido venía siendo un tipo de lo más tratable a pesar de los rasgos más característicos de su apariencia. El gyojin volvió a torcer el gesto, ligeramente disconforme y un poco decepcionado de sí mismo.
Keisuke tenía razón, había estado tratándolo mejor que lo de costumbre.
—Lo soy, soy un completo hijo de puta. Pero eres el tío más amigable y pendenciero que he conocido nunca y, además, pareces buena gente. No me supone ninguna diversión tocarle las narices a alguien así, así que... supongo que ésta es la versión buena del tiburón de Amegakure. Tienes suerte, con eso te digo todo.
Y, esa era su explicación. Pero lo cierto es que veía a Keisuke como una persona débil y pusilánime, que desde un principio aceptó sin reparo el plan de viaje de un shinobi extraño. Sin réplica, ni sugerencias, simplemente se adaptó a lo que Kaido había impuesto desde su llegada. Para él, no tenía sentido meterse con el joven Keisuke. Mientras le fuera de utilidad, claro está.
Entre sus dubitativas, poco después llegaron los platos. Todo lo que habían pedido, sin excepción, y también la cuenta con el total a pagar.
Así pues, el escualo se apuró a devorar —no había sinónimo, teniendo semejante dentadura— su comida, a tal punto de dejar las vasijas incluso más limpias que antes.
—¡Ufffffff! pero que bueno estuvo, coño.