24/06/2017, 02:16
Mientras el escualo sacaba sus pavos de la cartera, e iba dejando unas cuantas monedas sobre la mesa; negó ante la interrogante de Keisuke. No tenía idea de si existía o no algún hostal en la ciudad, pero siendo que a pesar de ser un pueblo agricultor y cuya única única atracción eran sus famosas calabazas, Kaido tenía conocimiento de que allí se hacía un festival anual referente a sus siembras. Debían tener sitios de hospedaje sí o sí, y el mesero logró confirmarlo una vez observó la dubitativa de los comensales.
—Hay una posada cerca, saliendo; a un par de cuadras a la derecha. Accesible y bastante cómoda, os la recomiendo
—Ya escuchaste. Andando, Keisuke-san
Dejando su mitad paga, el escualo se levantó finalmente de su cómodo asiento y tomó la mochila de viaje, no sin antes terminar de beber su té. Posteriormente, movió su azulado trasero hasta los linderos exteriores de la Calabaza caliente, y se dirigió finalmente a la dirección que el mesero le había indicado, esperando que su compañero le siguiera en el trayecto.
Cinco minutos más tarde, lograron encontrar el asentamiento. Y mientras más se adentraban en el centro del pueblo, podían observar a pesar de la oscuridad del atardecer, que la zona se iba convirtiendo cada vez más elaborada y comercial. Hogares ligeramente más ostentosos que de los que habían visto en la entrada a Yachi.
El interior de la posada era agradable, luminoso y de temperatura aceptable. La recepción la atendía una dama cincuentona, quien trató de espantar los vestigios cansinos del sueño de su rostro para atender a los nuevos huéspedes.
—Dos habitaciones, de las más baratas que tengas. A no ser que mi compañero aquí tenga otros gustos y quiera pedir la suite presidencial para altas figuras como Kages y compañía —comentó, gracioso—. para salir a primera hora, mañana.
—Hay una posada cerca, saliendo; a un par de cuadras a la derecha. Accesible y bastante cómoda, os la recomiendo
—Ya escuchaste. Andando, Keisuke-san
Dejando su mitad paga, el escualo se levantó finalmente de su cómodo asiento y tomó la mochila de viaje, no sin antes terminar de beber su té. Posteriormente, movió su azulado trasero hasta los linderos exteriores de la Calabaza caliente, y se dirigió finalmente a la dirección que el mesero le había indicado, esperando que su compañero le siguiera en el trayecto.
Cinco minutos más tarde, lograron encontrar el asentamiento. Y mientras más se adentraban en el centro del pueblo, podían observar a pesar de la oscuridad del atardecer, que la zona se iba convirtiendo cada vez más elaborada y comercial. Hogares ligeramente más ostentosos que de los que habían visto en la entrada a Yachi.
El interior de la posada era agradable, luminoso y de temperatura aceptable. La recepción la atendía una dama cincuentona, quien trató de espantar los vestigios cansinos del sueño de su rostro para atender a los nuevos huéspedes.
—Dos habitaciones, de las más baratas que tengas. A no ser que mi compañero aquí tenga otros gustos y quiera pedir la suite presidencial para altas figuras como Kages y compañía —comentó, gracioso—. para salir a primera hora, mañana.