24/06/2017, 11:07
Y... luego de treinta minutos, Kaido aún no aparecía por ningún lado. Sí señor, aquel quien en un principio increpó a Keisuke a que estuviera sin falta a la hora estipulada, no parecía dar señales de vida.
Hasta que su azulado trasero se asomó desde el pasillo contiguo a la recepción, con su bolso de viaje sobre su espalda y con una sonrisa socarrona vistiéndole el rostro.
—¡Já! parece que eres de los puntuales, Keisuke. Yo, sin embargo... tengo el sueño profundo, como los peces. ¿No te habré hecho esperar mucho, o sí, compañero?
Soltó una buena risotada y le dio un zape en todo el cogote a su interlocutor. Luego, caminó, dirigiéndose hacia una pequeña ventanilla cerca de la sala de estar contigua por donde servían desayunos express. El menú desde luego no era amplio ni mucho menos, así que ambos tuvieron que conformarse con una pequeña taza de café y un pedazo de pan tostado con mermelada.
Eso habría de aguantarles hasta los Dojos, o eso esperaba él.
Entre mordiscos, el escualo tomó rumbo entonces hacia el exterior y el sol les recibió con grandioso esplendor, debatiéndose con las no tan cargadas nubes de tormenta cuya densidad se hacía más perceptible hacia el interior del país. Ahí, sin embargo, estando tan cerca de la frontera, el clima era ligeramente diferente.
Kaido sacó su bien trazado mapa, hurgó entre sus líneas y luego de analizar las indicaciones que con propiedad le había marcado su mentor, Yarou-dono; señaló un punto para que Keisuke pudiera verlo.
—Me cago en todos mis muertos, tío. Ahora tenemos que dar toda la vuelta, rodear toda esa jodida cordillera y entrar desde el otro lado.
Hasta que su azulado trasero se asomó desde el pasillo contiguo a la recepción, con su bolso de viaje sobre su espalda y con una sonrisa socarrona vistiéndole el rostro.
—¡Já! parece que eres de los puntuales, Keisuke. Yo, sin embargo... tengo el sueño profundo, como los peces. ¿No te habré hecho esperar mucho, o sí, compañero?
Soltó una buena risotada y le dio un zape en todo el cogote a su interlocutor. Luego, caminó, dirigiéndose hacia una pequeña ventanilla cerca de la sala de estar contigua por donde servían desayunos express. El menú desde luego no era amplio ni mucho menos, así que ambos tuvieron que conformarse con una pequeña taza de café y un pedazo de pan tostado con mermelada.
Eso habría de aguantarles hasta los Dojos, o eso esperaba él.
Entre mordiscos, el escualo tomó rumbo entonces hacia el exterior y el sol les recibió con grandioso esplendor, debatiéndose con las no tan cargadas nubes de tormenta cuya densidad se hacía más perceptible hacia el interior del país. Ahí, sin embargo, estando tan cerca de la frontera, el clima era ligeramente diferente.
Kaido sacó su bien trazado mapa, hurgó entre sus líneas y luego de analizar las indicaciones que con propiedad le había marcado su mentor, Yarou-dono; señaló un punto para que Keisuke pudiera verlo.
—Me cago en todos mis muertos, tío. Ahora tenemos que dar toda la vuelta, rodear toda esa jodida cordillera y entrar desde el otro lado.