24/06/2017, 21:40
Mosqueado, Kaido estuvo a nada de romper aquel mapa en miles de pedazos. Sin embargo, se retractó cuando vio a su compañero tomar la delantera y empezar el rumbo hacia la dirección correcta. Él, por supuesto, hizo lo mismo.
Sin embargo, tras media hora de camino, ambos jóvenes se encontraron frente a frente con la imponente formación rocosa y montañosa que el mapa señalaba. Kilómetros y kilómetros de altos picos de montaña, que vislumbraban una semicircunferencia. Sólo en ese momento pudo entender lo que era aquello: y es que se trataba, sin más, de una protección natural bajo la cual habría sido creado el Valle de los Dojos, y que funcionaba, tal vez, como una defensa absoluta para quienes se atrevieran en estos tiempos de paz a perturbar a sus ciudadanos.
El escualo no pudo evitar recalcar la similitud que tenían semejantes cordilleras, con el extenso lago de Amegakure, que tenía probablemente la misma función con respecto a los intrusos.
Finalmente, Kaido tuvo que decidir si tomar el giro de la izquierda, o el de la derecha. Eligió el segundo, camino que le llevaría a través del País del Fuego directamente, sin tener que cruzar a territorio Uzureño.
—Podríamos haber escalado, creo. Aunque un paso en falso allí arriba y olvídate, que te vas a morir sí o sí —compartió, no sin antes percatarse de que cada paso que daban, a más lejos se antojaba aquel cielo nubloso y cargado de agua.
Sin embargo, tras media hora de camino, ambos jóvenes se encontraron frente a frente con la imponente formación rocosa y montañosa que el mapa señalaba. Kilómetros y kilómetros de altos picos de montaña, que vislumbraban una semicircunferencia. Sólo en ese momento pudo entender lo que era aquello: y es que se trataba, sin más, de una protección natural bajo la cual habría sido creado el Valle de los Dojos, y que funcionaba, tal vez, como una defensa absoluta para quienes se atrevieran en estos tiempos de paz a perturbar a sus ciudadanos.
El escualo no pudo evitar recalcar la similitud que tenían semejantes cordilleras, con el extenso lago de Amegakure, que tenía probablemente la misma función con respecto a los intrusos.
Finalmente, Kaido tuvo que decidir si tomar el giro de la izquierda, o el de la derecha. Eligió el segundo, camino que le llevaría a través del País del Fuego directamente, sin tener que cruzar a territorio Uzureño.
—Podríamos haber escalado, creo. Aunque un paso en falso allí arriba y olvídate, que te vas a morir sí o sí —compartió, no sin antes percatarse de que cada paso que daban, a más lejos se antojaba aquel cielo nubloso y cargado de agua.