26/06/2017, 22:06
La pelirroja al fin dedicaba un poco de su tiempo a conocer levemente a sus posibles oponentes por parte de su propia aldea. Sabía que quisiese o no, la posibilidad de combatir contra uno o una de Amegakure no Sato era tan elevada como cualquier otra posibilidad. Un rifa de emparejamiento siempre contemplaba éstas opciones, y dado que no se había estipulado que no pudiese suceder, era mas que posible. Siendo así, saber un poco de quienes podían ser su oponente en un combate, podía ser mas que satisfactorio.
Se enjuagó la cara, y humedeció en gran parte su cabellera. El calor era casi insoportable. Tras ello, salió del baño de chicas del tercer pabellón —el público o de ocio— y se dirigió hacia las salas comunes. Allí no parecía haber nadie, se encontraba totalmente vacía. Quizás, solo quizás, la mayoría había tenido esa idea, y había terminado por descartarla en pos de no ser tampoco víctima de su propia idea...
En realidad, quizás la chica empezaba a darle demasiadas vueltas al asunto.
No había nadie, ni un alma. También podía deberse al calor... ¿Qué mejor que estar tranquilo o tranquila en la habitación con el aire acondicionado puesto a máxima potencia? La verdad, tenía cierto sentido. La gente bien podía estar también dando una vuelta, comprando, o bien entrenando. Había mil cosas mejores que hacer antes que perder el tiempo en salas comunes donde ver a la gente que bien podía clasificarse como "conocidos".
La chica dejó caer un suspiro, y terminó por salir de la sala común. Se llevó la mano a la cabellera, y la despeinó como de costumbre, mitigándola hacia detrás. Con la mirada aún en la sala, terminó por encauzar el pasillo, el cuál la llevaría hacia su habitación mas tarde, cuando hubiese abandonado el pabellón central. Para su sorpresa, cuando volvió la vista hacia su frente, se topó con que había un chico al borde de la baranda. Éste llevaba un sombrero de paja sostenido a su cintura, y unos ropajes un tanto corrientes. Parecía observar el horizonte, ensimismado por completo.
—Buenas... —se atrevió a saludar mientras pasaba de largo.
Si, ciertamente ya había perdido el interés en esa estratagema tan absurda... lo que se encontrase en el combate, bien recibido sería. Su oponente no sabría de sus habilidades, y viceversa. Tampoco estaba tan descompensada esa opción. Sin prisa pero sin pausa, se disponía a ir a la habitación, y descansar un rato.
El tiempo diría qué haría tras descansar...
Se enjuagó la cara, y humedeció en gran parte su cabellera. El calor era casi insoportable. Tras ello, salió del baño de chicas del tercer pabellón —el público o de ocio— y se dirigió hacia las salas comunes. Allí no parecía haber nadie, se encontraba totalmente vacía. Quizás, solo quizás, la mayoría había tenido esa idea, y había terminado por descartarla en pos de no ser tampoco víctima de su propia idea...
En realidad, quizás la chica empezaba a darle demasiadas vueltas al asunto.
No había nadie, ni un alma. También podía deberse al calor... ¿Qué mejor que estar tranquilo o tranquila en la habitación con el aire acondicionado puesto a máxima potencia? La verdad, tenía cierto sentido. La gente bien podía estar también dando una vuelta, comprando, o bien entrenando. Había mil cosas mejores que hacer antes que perder el tiempo en salas comunes donde ver a la gente que bien podía clasificarse como "conocidos".
La chica dejó caer un suspiro, y terminó por salir de la sala común. Se llevó la mano a la cabellera, y la despeinó como de costumbre, mitigándola hacia detrás. Con la mirada aún en la sala, terminó por encauzar el pasillo, el cuál la llevaría hacia su habitación mas tarde, cuando hubiese abandonado el pabellón central. Para su sorpresa, cuando volvió la vista hacia su frente, se topó con que había un chico al borde de la baranda. Éste llevaba un sombrero de paja sostenido a su cintura, y unos ropajes un tanto corrientes. Parecía observar el horizonte, ensimismado por completo.
—Buenas... —se atrevió a saludar mientras pasaba de largo.
Si, ciertamente ya había perdido el interés en esa estratagema tan absurda... lo que se encontrase en el combate, bien recibido sería. Su oponente no sabría de sus habilidades, y viceversa. Tampoco estaba tan descompensada esa opción. Sin prisa pero sin pausa, se disponía a ir a la habitación, y descansar un rato.
El tiempo diría qué haría tras descansar...