28/06/2017, 00:38
(Última modificación: 28/06/2017, 02:10 por Umikiba Kaido.)
Una mirada bastó para que el escualo se acomodase en su asiento y se cruzase de brazos, expectante y a la vez receloso acerca de los fragmentos que el hombre que le confiere a la piedra humanidad estaba a punto de revelar con el contenido del documento que sustrajo del inmenso baúl histórico postrado a su diestra.
Así pues, el pergamino fue abierto de par en par y con elegante dicción, Nishijima Satomu comenzó su extensa exposición de oratoria.
Así pues, tan pronto las primeras frases salieron a flote, aquello dejó de ser una simple charla casual y se convirtió súbitamente en un curioso viaje introspectivo. Para Kaido, escuchar aquel legado escrito supuso ser toda una revelación interna, pues de alguna forma sentía que lo plasmado por el antecesor del escultor eran grandes verdades más que intrínsecas a su propia naturaleza, y que ahora se mostraban inherentes a su condición y a su apariencia. El relato, que contaba acerca de una criatura similar físicamente, y con rasgos de personalidad y comportamiento también parecidos, databa de años perdidos, antes de la existencia incluso de las primeras tres grandes Aldeas.
Y si era así, ¿cómo es que el viejo había sido capaz de describirle tan bien?
La respuesta, desde luego, es que no se trataba de él. Pero a la vez sí.
Cuando concluyó su lectura, el gyojin no supo cómo reaccionar. Ni qué hacer tampoco. Se quedó perdido en los versos de su epopeya, intentando concebir el hecho que confirmó, finalmente, que Oonindo había sido testigo presencial de una criatura como él, durante tiempos antaños y arcaicos.
Tendría que debatirse internamente, en silencio, y decidir el cómo le hacía sentir eso. Y lo hizo mientras el escultor versaba sobre el resto de los invitados, cuyas historias resultaron ser tan interesantes y letradas como la suya propia. Tanto que el Uchiha se arrojó sobre la posibilidad de poseer aquello sin reparo alguno, dejándose entero a disposición absoluta para con las pretensiones de Satomu.
Así pues, el pergamino fue abierto de par en par y con elegante dicción, Nishijima Satomu comenzó su extensa exposición de oratoria.
Así pues, tan pronto las primeras frases salieron a flote, aquello dejó de ser una simple charla casual y se convirtió súbitamente en un curioso viaje introspectivo. Para Kaido, escuchar aquel legado escrito supuso ser toda una revelación interna, pues de alguna forma sentía que lo plasmado por el antecesor del escultor eran grandes verdades más que intrínsecas a su propia naturaleza, y que ahora se mostraban inherentes a su condición y a su apariencia. El relato, que contaba acerca de una criatura similar físicamente, y con rasgos de personalidad y comportamiento también parecidos, databa de años perdidos, antes de la existencia incluso de las primeras tres grandes Aldeas.
Y si era así, ¿cómo es que el viejo había sido capaz de describirle tan bien?
La respuesta, desde luego, es que no se trataba de él. Pero a la vez sí.
Cuando concluyó su lectura, el gyojin no supo cómo reaccionar. Ni qué hacer tampoco. Se quedó perdido en los versos de su epopeya, intentando concebir el hecho que confirmó, finalmente, que Oonindo había sido testigo presencial de una criatura como él, durante tiempos antaños y arcaicos.
Tendría que debatirse internamente, en silencio, y decidir el cómo le hacía sentir eso. Y lo hizo mientras el escultor versaba sobre el resto de los invitados, cuyas historias resultaron ser tan interesantes y letradas como la suya propia. Tanto que el Uchiha se arrojó sobre la posibilidad de poseer aquello sin reparo alguno, dejándose entero a disposición absoluta para con las pretensiones de Satomu.