28/06/2017, 11:08
(Última modificación: 29/07/2017, 02:25 por Amedama Daruu.)
Pero los ojos de su compañero fueron capaces de ver lo que se le venía encima. Saltó hacia un lado, justo a tiempo de que las espinas de agua se clavaran en él, aunque una de ellas llegó a alcanzarle y la abrasión del agua girando en conjunción con el poder punzante de la técnica a toda velocidad arañó su piel. El chico siseó, molesto, y entrelazó sus propias manos al mismo tiempo que Ayame hacía exactamente lo mismo.
—¡Suiton: Mizurappa! —exclamaron al unísono, justo antes de expeler un chorro de agua a presión directamente desde sus labios.
Las dos técnicas se encontraron en el aire, chocaron la una con la otra y forcejearon durante apenas unos instantes. Sin embargo, Daruu era notablemente más poderoso que Ayame y fue su Suiton el que se sobrepuso al otro. Arrollada por la técnica, Ayame apenas tuvo tiempo de cubrirse con ambos brazos antes de verse expulsada hacia atrás y que su cuerpo chocara violentamente contra la pared de cañerías. Cayó al suelo con un débil gemido.
Podía escuchar la voz de Daruu llamándola a través de la neblina que inundaba su mente, pero se veía incapaz de comprender sus palabras. Aún en el suelo, y profundamente aturdida, se llevó una mano a la cabeza.
—Uh... ¿Qué...? ¿Qué ha...? —balbuceaba, con un hilo de voz. Estaba dolorida, estaba completamente empapada y no conseguía recordar nada después de que tomara el mando sobre la dirección a seguir en aquel condenado laberinto. Se atrevió a levantar la mirada. Daruu estaba allí, a varios metros de su posición y tenía la camiseta rasgada a la altura del hombro. Ayame palideció abruptamente.
«Sangre.»
—¿Qué ha pasado? —preguntó, con el miedo y un fatal presentimiento atenazando su corazón entre sus garras.
—¡Suiton: Mizurappa! —exclamaron al unísono, justo antes de expeler un chorro de agua a presión directamente desde sus labios.
Las dos técnicas se encontraron en el aire, chocaron la una con la otra y forcejearon durante apenas unos instantes. Sin embargo, Daruu era notablemente más poderoso que Ayame y fue su Suiton el que se sobrepuso al otro. Arrollada por la técnica, Ayame apenas tuvo tiempo de cubrirse con ambos brazos antes de verse expulsada hacia atrás y que su cuerpo chocara violentamente contra la pared de cañerías. Cayó al suelo con un débil gemido.
Podía escuchar la voz de Daruu llamándola a través de la neblina que inundaba su mente, pero se veía incapaz de comprender sus palabras. Aún en el suelo, y profundamente aturdida, se llevó una mano a la cabeza.
—Uh... ¿Qué...? ¿Qué ha...? —balbuceaba, con un hilo de voz. Estaba dolorida, estaba completamente empapada y no conseguía recordar nada después de que tomara el mando sobre la dirección a seguir en aquel condenado laberinto. Se atrevió a levantar la mirada. Daruu estaba allí, a varios metros de su posición y tenía la camiseta rasgada a la altura del hombro. Ayame palideció abruptamente.
«Sangre.»
—¿Qué ha pasado? —preguntó, con el miedo y un fatal presentimiento atenazando su corazón entre sus garras.