28/06/2017, 16:51
Datsue no iba a comulgar tan fácilmente con las ideas que le proponía su compañero de Aldea. Akame no había tenido mucho trato con él hasta ese momento, pero por cómo le había visto desenvolverse durante la misión que habían realizado el día anterior, intuía que el joven Uchiha no era de los que simplemente se dejaban llevar.
Pese a que al principio recibió las palabras de su compañero con una ceja alzada, Akame pronto tuvo que admitir que las deducciones del muchacho iban en el buen camino. ¿Qué clase de esposa no estaría presente en el velatorio de su difunto marido? «¿Y qué clase de persona no está al corriente de los trapos sucios de su cónyuge?».
De repente, Datsue sacó una mariposa de papel y la dejó sobre la mesa. Parecía querer decir algo, aunque sin decirlo. Akame puso cara de póker, la propia Aiko había admitido tan sólo hacía un momento haber estado escuchando. «Ademas, es una kunoichi, ¿no? Su trabajo es recopilar información. Si no nos hubiese estado espiando mientras hablábamos con esas dos mujeres, me habría sentido decepcionado». Mas Akame no dijo nada sobre el asunto.
—Me parece justo —concedió, al final—. ¿Al velatorio, entonces? Yo perseguiré a mi muerto viviente y vosotros podéis quedaros con el mucho menos misterioso e interesante jefe del hampa local.
Con aquella declaración el gennin terminó su desayuno, apurando la taza de té y limpiándose las manos con una servilleta. Esperó a que sus compañeros terminasen y luego se puso en pie, acomodándose el portaobjetos —dentro del cual guardaba su bandana de Uzushio— y la espada que llevaba en el cinturón. Por el momento había preferido no colocarse el distintivo de su Aldea, principalmente para no llamar la atención, pero quería tenerlo a mano por si se presentaba la ocasión de utilizarlo.
—¿Alguno sabe dónde se celebra la ceremonia? —añadió, mirando alternativamente a sus dos compañeros de profesión.
Pese a que al principio recibió las palabras de su compañero con una ceja alzada, Akame pronto tuvo que admitir que las deducciones del muchacho iban en el buen camino. ¿Qué clase de esposa no estaría presente en el velatorio de su difunto marido? «¿Y qué clase de persona no está al corriente de los trapos sucios de su cónyuge?».
De repente, Datsue sacó una mariposa de papel y la dejó sobre la mesa. Parecía querer decir algo, aunque sin decirlo. Akame puso cara de póker, la propia Aiko había admitido tan sólo hacía un momento haber estado escuchando. «Ademas, es una kunoichi, ¿no? Su trabajo es recopilar información. Si no nos hubiese estado espiando mientras hablábamos con esas dos mujeres, me habría sentido decepcionado». Mas Akame no dijo nada sobre el asunto.
—Me parece justo —concedió, al final—. ¿Al velatorio, entonces? Yo perseguiré a mi muerto viviente y vosotros podéis quedaros con el mucho menos misterioso e interesante jefe del hampa local.
Con aquella declaración el gennin terminó su desayuno, apurando la taza de té y limpiándose las manos con una servilleta. Esperó a que sus compañeros terminasen y luego se puso en pie, acomodándose el portaobjetos —dentro del cual guardaba su bandana de Uzushio— y la espada que llevaba en el cinturón. Por el momento había preferido no colocarse el distintivo de su Aldea, principalmente para no llamar la atención, pero quería tenerlo a mano por si se presentaba la ocasión de utilizarlo.
—¿Alguno sabe dónde se celebra la ceremonia? —añadió, mirando alternativamente a sus dos compañeros de profesión.