29/06/2017, 16:42
(Última modificación: 29/06/2017, 16:54 por Uchiha Akame.)
«Más curiosa que un gato, sí», masculló para sí mismo Akame. La muchacha, con aquella actitud desenfadadamente astuta, le recordó por momentos a su maestra Kunie. Solo que Aiko tenía el pelo de color rojo fuego y los ojos negros y profundos, mientras que la mujer a la que el Uchiha consideraba casi una madre tenía una melena azabache y dos ojos como farolas, amarillos y brillantes.
«¿Está sugiriendo que lo último que hizo Ishigami Takuya después de morir fue... tirarse un pedo?». Akame frunció el ceño, dubitativo.
—Disculpa nuestro interés en el asunto, Aiko-san. Quizás en Amegakure es algo común y corriente que la gente se levante y hable después de haber sido degollada, pero en Uzu no. Déjame que satisfaga mi ignorante curiosidad.
Akame no se iba a bajar del burro, y esperaba haberlo dejado claro con aquellas palabras. Una cosa era perseguir a un criminal sabiendo que un jugoso salario esperaba de vuelta en la Aldea, y otra hacerlo por deporte. Si Aiko quería jugar a las heroínas de leyenda, él no iba a seguirle la corriente.
El más joven de los Uchiha se levantó y, una vez en la barra, llamó a uno de los camareros.
—Ah, sí, el velatorio. Supongo que tendrá lugar en el templo de la ciudad, junto al barrio residencial.
A continuación el amable mesero le explicó, como pudo, la ruta para llegar hasta el templo. Si Datsue hacía memoria, podría ubicar la gran plaza en la que se habían citado el día anterior para hacer una misión, y a partir de allí sólo había que bajar un par de calles.
«¿Está sugiriendo que lo último que hizo Ishigami Takuya después de morir fue... tirarse un pedo?». Akame frunció el ceño, dubitativo.
—Disculpa nuestro interés en el asunto, Aiko-san. Quizás en Amegakure es algo común y corriente que la gente se levante y hable después de haber sido degollada, pero en Uzu no. Déjame que satisfaga mi ignorante curiosidad.
Akame no se iba a bajar del burro, y esperaba haberlo dejado claro con aquellas palabras. Una cosa era perseguir a un criminal sabiendo que un jugoso salario esperaba de vuelta en la Aldea, y otra hacerlo por deporte. Si Aiko quería jugar a las heroínas de leyenda, él no iba a seguirle la corriente.
El más joven de los Uchiha se levantó y, una vez en la barra, llamó a uno de los camareros.
—Ah, sí, el velatorio. Supongo que tendrá lugar en el templo de la ciudad, junto al barrio residencial.
A continuación el amable mesero le explicó, como pudo, la ruta para llegar hasta el templo. Si Datsue hacía memoria, podría ubicar la gran plaza en la que se habían citado el día anterior para hacer una misión, y a partir de allí sólo había que bajar un par de calles.