1/07/2017, 13:58
No hacía falta poseer la mente más aguda, ni la más afinada de las percepciones para percatarse del evidente desencanto que sentía aquel poderoso noble en referencia a todo lo que tuviera que ver con Umikiba Kaido. Lo hubo sentido en carne propia ya en un par de ocasiones, siempre viéndose relegado por el poco interés que precedía a una enfocada atención en las palabras de Datsue y Akame. No en las de Mizuki la noble, ni Yuuki la protectora.
No. Su atención era exclusiva para los únicos dos invitados que compartían sangre. El profesional y el charlatán. Y eso le sacaba de quicio.
Claro que el gyojin tenía cabeza suficiente como para mantenerse callado y calmo, sin revelar su evidente disconformidad con el cómo se iba desarrollando todo. Que no se trataba sólo de que le dejaran de lado, sino lo extraño y mórbido que venía siendo el viaje en general.
Poco después de las presentaciones, el hombre encargado de llevarles a salvo hasta la costa de la isla hizo acto de presencia. Agitado, comunicó que se había encontrado a un sólo superviviente de la tormenta. Uno sólo, de séis barcas. Si aquello no era una señal...
—Ah, mis queridos invitados. Me temo que debo ausentarme un momento, hay asuntos que requieren mi atención. Disfruten mientras tanto de la comida.
Cuando hubo dejado el salón, un silencio sepulcral inundó la habitación. Y tras una hora de espera sin noticia alguna de Soshuro, o del supuesto superviviente, fue el escualo el que tuvo que abrir la boca. De nuevo.
—Un superviviente. Uno, en singular. Es decir, ¿que la tormenta se tragó a cuantos? ¿veinte, cuarenta personas? —argumentó, moviendo las manos y torciendo el gesto—. joder, hay que considerarnos entonces extremadamente suertudos. La séptima embarcación, el único navío bendecido por Ame no kami.
No. Su atención era exclusiva para los únicos dos invitados que compartían sangre. El profesional y el charlatán. Y eso le sacaba de quicio.
Claro que el gyojin tenía cabeza suficiente como para mantenerse callado y calmo, sin revelar su evidente disconformidad con el cómo se iba desarrollando todo. Que no se trataba sólo de que le dejaran de lado, sino lo extraño y mórbido que venía siendo el viaje en general.
Poco después de las presentaciones, el hombre encargado de llevarles a salvo hasta la costa de la isla hizo acto de presencia. Agitado, comunicó que se había encontrado a un sólo superviviente de la tormenta. Uno sólo, de séis barcas. Si aquello no era una señal...
—Ah, mis queridos invitados. Me temo que debo ausentarme un momento, hay asuntos que requieren mi atención. Disfruten mientras tanto de la comida.
Cuando hubo dejado el salón, un silencio sepulcral inundó la habitación. Y tras una hora de espera sin noticia alguna de Soshuro, o del supuesto superviviente, fue el escualo el que tuvo que abrir la boca. De nuevo.
—Un superviviente. Uno, en singular. Es decir, ¿que la tormenta se tragó a cuantos? ¿veinte, cuarenta personas? —argumentó, moviendo las manos y torciendo el gesto—. joder, hay que considerarnos entonces extremadamente suertudos. La séptima embarcación, el único navío bendecido por Ame no kami.