2/07/2017, 18:34
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
Daruu se había mantenido en su sitio, encogido, dándole la espalda, como si Ayame fuera una especie de monstruo terrorífico que fuera a devorarle en cualquier momento. ¿O quizás el terrorífico monstruo eran sus sentimientos? Fuera como fuese, ante las palabras de su compañera se vio imbuido de una súbita valentía que le hizo darse la vuelta bruscamente.
—¡No eres fea! —exclamó, y Ayame no pudo evitar encogerse por el susto. Sin embargo, Daruu se tapó la boca y abrió mucho los ojos—. Quiero decir... —Apartó la mirada al cielo y puso un mohín y una voz infantil—: A mí me pareces muy bonita, tienes los ojos muy grandes y muy brillantes y... y... ¡ay, por qué me haces decir esto!
Y menos mal que Daruu se había tapado la cara, porque si no habría visto que Ayame se había puesto como un verdadero tomate.
—Eres bastante mona, y cuando hablas y caminas por ahí parece que todo a tu alrededor tiene un color más fuerte, incluso Amegakure... —siguió balbuceando—. Y cuando te veo mal, me siento mal. Cuando te veo reír, me entran ganas de reír a mí también... No sé cómo explicar lo que siento, porque ni siquiera yo lo entiendo... Pero eso no hace que sea algo de mentira.
Ayame casi se había tapado hasta los ojos. No sabía por qué, pero los ojos le escocían y sentía muchas ganas de llorar en aquel momento. Y aunque se sentía halagada por las palabras de Daruu, una parte de su cerebro en seguir royendo su confianza.
«Pero ya has visto a esas otras chicas: Taeko, Aiko... No eres nada al lado de ellas. ¿Y qué pensará cuando vea lo que escondes bajo esa bandana? Lo mismo que el resto...»
—Gracias... —murmuró sin embargo, con un hilo de voz, y se dio la vuelta para darle la espalda y que no viera que había roto a llorar sin remedio.
—¡No eres fea! —exclamó, y Ayame no pudo evitar encogerse por el susto. Sin embargo, Daruu se tapó la boca y abrió mucho los ojos—. Quiero decir... —Apartó la mirada al cielo y puso un mohín y una voz infantil—: A mí me pareces muy bonita, tienes los ojos muy grandes y muy brillantes y... y... ¡ay, por qué me haces decir esto!
Y menos mal que Daruu se había tapado la cara, porque si no habría visto que Ayame se había puesto como un verdadero tomate.
—Eres bastante mona, y cuando hablas y caminas por ahí parece que todo a tu alrededor tiene un color más fuerte, incluso Amegakure... —siguió balbuceando—. Y cuando te veo mal, me siento mal. Cuando te veo reír, me entran ganas de reír a mí también... No sé cómo explicar lo que siento, porque ni siquiera yo lo entiendo... Pero eso no hace que sea algo de mentira.
Ayame casi se había tapado hasta los ojos. No sabía por qué, pero los ojos le escocían y sentía muchas ganas de llorar en aquel momento. Y aunque se sentía halagada por las palabras de Daruu, una parte de su cerebro en seguir royendo su confianza.
«Pero ya has visto a esas otras chicas: Taeko, Aiko... No eres nada al lado de ellas. ¿Y qué pensará cuando vea lo que escondes bajo esa bandana? Lo mismo que el resto...»
—Gracias... —murmuró sin embargo, con un hilo de voz, y se dio la vuelta para darle la espalda y que no viera que había roto a llorar sin remedio.