3/07/2017, 11:06
— Pues no sé su altura pues solo lo he visto en la televisión o en los carteles... ¡Están por todos lados! —exclamó ella en respuesta, y Ayame volvió a torcer el gesto—. Pero tiene el pelo claro, blanco me atrevería a decir aunque no sé si será por la calidad de las fotos y el vídeo o porque de verdad tiene el pelo blanco... Claro, que qué puedo decir yo sobre colores e cabello extraños.
Eri soltó una risilla, pero Ayame estaba pálida como la cera.
— Siempre le mandan vestirse con colores fríos, y su cara no es muy expresiva, tiene los ojos claros, azules creo —continuó parloteando—. Y una extraña marca o tatuaje bajo su ojo.
—Debe... debe ser una coincidencia... —balbuceó, insegura de repente. La descripción era calcada, eso no podía negarlo. Pero Ayame jamás había visto esos carteles de los que hablaba Eri en Amegakure, y no se podía decir que en su aldea hubiese pocos carteles, precisamente. ¿Y qué sentido tenía que su hermano trabajara como actor para otra aldea que estaba tan lejos de su hogar? Sacudió la cabeza, tratando de desprenderse de aquel aturdimiento—. No tiene ningún sentido —sentenció, con mayor firmeza—. Debes estar confundiéndote. Mi hermano es jonin y además el sensei de nuestro grupo. No hay manera ni modo de que se dedique a hacer anuncios tan lejos de casa. Y no es algo propio de él, la verdad...
Distraída, Ayame le dio una patada a una piedra que se había puesto en su camino. Esta, tras botar un par de veces, rodó sobre sí misma, se desvió del camino y terminó por chocar contra un barril puesto en el borde del camino. Y cuando la kunoichi alzó la mirada pegó un brinco al descubrir una cara terrorífica asomando por encima...
No. No había mirado bien.
Sólo era una calabaza con una cara terrorífica tallada en ella. Las paredes del barril rezaban lo siguiente:
Eri soltó una risilla, pero Ayame estaba pálida como la cera.
— Siempre le mandan vestirse con colores fríos, y su cara no es muy expresiva, tiene los ojos claros, azules creo —continuó parloteando—. Y una extraña marca o tatuaje bajo su ojo.
—Debe... debe ser una coincidencia... —balbuceó, insegura de repente. La descripción era calcada, eso no podía negarlo. Pero Ayame jamás había visto esos carteles de los que hablaba Eri en Amegakure, y no se podía decir que en su aldea hubiese pocos carteles, precisamente. ¿Y qué sentido tenía que su hermano trabajara como actor para otra aldea que estaba tan lejos de su hogar? Sacudió la cabeza, tratando de desprenderse de aquel aturdimiento—. No tiene ningún sentido —sentenció, con mayor firmeza—. Debes estar confundiéndote. Mi hermano es jonin y además el sensei de nuestro grupo. No hay manera ni modo de que se dedique a hacer anuncios tan lejos de casa. Y no es algo propio de él, la verdad...
Distraída, Ayame le dio una patada a una piedra que se había puesto en su camino. Esta, tras botar un par de veces, rodó sobre sí misma, se desvió del camino y terminó por chocar contra un barril puesto en el borde del camino. Y cuando la kunoichi alzó la mirada pegó un brinco al descubrir una cara terrorífica asomando por encima...
No. No había mirado bien.
Sólo era una calabaza con una cara terrorífica tallada en ella. Las paredes del barril rezaban lo siguiente:
"Huerto de calabazas de Kabocha. No pasar."