3/07/2017, 13:04
(Última modificación: 3/07/2017, 13:05 por Aotsuki Ayame.)
—¡Mierda! ¿¡A ti también te llamaron!? —exclamó la rubia, que se había acercado a todo correr.
Ayame se volvió hacia ella, extrañada.
—¿Qué? ¿Le conoces? —preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.
No conocía el por qué de aquella reacción, pero parecía enormemente disgustada con la presencia del otro chico. Ahora que podía fijarse con mayor detenimiento, la chica rubia llevaba una bandana ninja con el símbolo de Uzushiogakure atada al cuello. Probablemente, y dada su reacción, ambos eran shinobi de la misma aldea.
—¿Noemi? —farfulló el chico, con voz cascada—. Ah… Koko —Pareció corregirse entonces, como si se hubiera equivocado de primera mano—. Estoy bien, no os preocupéis. Creo que… me ha dado un golpe de calor. Quería cruzar el valle entero mil veces, pero al final solo me quedé en novecientas noventa y nueve… —se excusó, con una tímida sonrisa, ahora al descubierto tras arrastrar la camisa sobre su pecho.
—¡¿Qué?! ¿Novecientas noventa y nueve? ¡Pero es una locura! ¿Cuánto tiempo llevas en marcha? ¡Este valle es enorme! —exclamó Ayame, claramente alarmada. Si ya le suponía varias horas de viaje ir desde Nishinoya y el Estadio de los Dojos, que estaba en el otro extremo del valle, ¿cómo era posible que lo hubiese hecho tantas veces?
—No tendréis un poco de agua, ¿verdad? Estoy más sediento que un Ameriense en el desierto.
—¡Yo aún tengo!
Ayame se apresuró a rebuscar en la bolsa que llevaba consigo. No había estado tan loca como para salir a entrenar bajo aquel sol abrasador sin una gota de agua que llevarse a los labios, pero parecía que no todos eran tan precavidos como ella. Ipsofacto, sacó una botella de agua y se la tendió al chico.
—Estará un poco calentorra por el calor que hace pero... espero que sirva. ¿Seguro que estás bien? Quizás deberíamos llevarte a Sendōshi. Allí seguro que hay algún médico que pueda atenderte...
Ayame se volvió hacia ella, extrañada.
—¿Qué? ¿Le conoces? —preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.
No conocía el por qué de aquella reacción, pero parecía enormemente disgustada con la presencia del otro chico. Ahora que podía fijarse con mayor detenimiento, la chica rubia llevaba una bandana ninja con el símbolo de Uzushiogakure atada al cuello. Probablemente, y dada su reacción, ambos eran shinobi de la misma aldea.
—¿Noemi? —farfulló el chico, con voz cascada—. Ah… Koko —Pareció corregirse entonces, como si se hubiera equivocado de primera mano—. Estoy bien, no os preocupéis. Creo que… me ha dado un golpe de calor. Quería cruzar el valle entero mil veces, pero al final solo me quedé en novecientas noventa y nueve… —se excusó, con una tímida sonrisa, ahora al descubierto tras arrastrar la camisa sobre su pecho.
—¡¿Qué?! ¿Novecientas noventa y nueve? ¡Pero es una locura! ¿Cuánto tiempo llevas en marcha? ¡Este valle es enorme! —exclamó Ayame, claramente alarmada. Si ya le suponía varias horas de viaje ir desde Nishinoya y el Estadio de los Dojos, que estaba en el otro extremo del valle, ¿cómo era posible que lo hubiese hecho tantas veces?
—No tendréis un poco de agua, ¿verdad? Estoy más sediento que un Ameriense en el desierto.
—¡Yo aún tengo!
Ayame se apresuró a rebuscar en la bolsa que llevaba consigo. No había estado tan loca como para salir a entrenar bajo aquel sol abrasador sin una gota de agua que llevarse a los labios, pero parecía que no todos eran tan precavidos como ella. Ipsofacto, sacó una botella de agua y se la tendió al chico.
—Estará un poco calentorra por el calor que hace pero... espero que sirva. ¿Seguro que estás bien? Quizás deberíamos llevarte a Sendōshi. Allí seguro que hay algún médico que pueda atenderte...