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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#3
Su pie se movía de forma rítmica, de arriba hacia abajo, en un vano intento por descargar su tensión. Estaba inclinado hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre las manos. Con los ojos cerrados, murmuraba para sí, repasando los planes de combate que había empezado a perfilar dos noches atrás. Hacía tan solo unos minutos, había modificado una de sus mejores estrategias. La había perfeccionado. Pero aquello no le bastaba. Todavía no se sentía tranquilo.

¡Mierda, joder! —se levantó de un salto y pegó una patada al banco, frustrado.

¿Por qué se sentía tan nervioso? ¿Por qué no dejaba de oír el latido de su corazón palpitándole en los oídos, como si estuviese a punto de salírsele por la boca? Tenía el estómago revuelto y estaba pálido como la cera, y, en definitiva, estaba más nervioso que un Kusareño en una prueba de paternidad.

Motivos no le faltaban, desde luego. Le tocaba enfrentarse a un oponente desconocido, mientras era observado y juzgado por centenares de personas. Lo suyo, siempre lo había reconocido, no eran las peleas. Él era más de dar órdenes, de organizar el batallón desde el cobijo de la retaguardia. Poner su pellejo en riesgo era algo que, sencillamente, no estaba acostumbrado a hacer —ni creía que lo estuviese nunca—.

Pero ese no podía ser el motivo real. Si las cosas se le complicaban demasiado, siempre se podía rendir. Gracias a los Dioses, él no había heredado ese orgullo desmedido del que hacían gala algunos de sus compañeros de clan. Entonces, ¿por qué era?

El público… —respondió para sí, finalmente.

En un duelo abierto, no había mentiras ni excusas que valiesen. Allí, en el tatami, frente a miles de personas, el Uchiha se mostraría por primera vez tal y como era. Todos sus defectos, todos sus miedos, quedarían al descubierto en el frenesí de la batalla, y más pronto que tarde, la gente empezaría a descubrir que el apodo de Datsue el Intrépido no le pegaba tanto como, por ejemplo, Datsue el Cobarde… y eso si eran generosos.

Se restregó las manos por los pantalones, secándose el sudor acumulado, mientras volvía a maldecir por lo bajo. Como acostumbraba en él, se había vestido para la ocasión. Una camiseta blanca con las mangas remangadas cubría su torso, con el símbolo de Uzushiogakure a la espalda. En su brazo derecho, su brazalete ninja, ocultando la marca del hierro. En su brazo izquierdo, anudado sobre el bíceps, un brazalete negro con las insignias de la anterior Uzukage y su fecha de muerte bordadas en blanco, como señal de luto.

Cuando las puertas se abrieron para él, el estadio aún tuvo que esperar un poco a que se asomase por ellas. «Vamos, joder. Un paso detrás del otro. Más simple no puede ser.» Respiró hondo por segunda vez, dejó escapar el aire lentamente por la nariz y se obligó a sí mismo a arrancar…

… Lo oyó antes siquiera de verlos.

Era el rugido del público, apenas contenido en sus asientos. Todo eran aplausos, vítores, ánimos… Enfocó la mirada y vio que todo el mundo le observaba. Que él era el centro de todo… Pero sorprendentemente, no se sintió intimidado por aquello, ni agobiado, ni nervioso. De pronto comprendía que aquella presión no era una carga para el combate…

…sino un regalo. Un estímulo que jamás había experimentado, pero que en ese mismo momento supo, le había enganchado más de lo que podría estar por el consumo de cualquier droga. Aquello era, comprendió, lo que los viejos mencionaban en sus cuentos con saborear la gloria… La fama.

Era una sensación demasiado extraordinaria y demasiado buena como para explicarla en palabras. Sin darse cuenta, había empezado a devolver los aplausos mientras caminaba hacia el tatami, con las palmas de las manos sobre la cabeza. Luego saludó con ambas manos a un lado y a otro, asegurándose de que ninguna grada quedase olvidada de su [i]magnamidad[i]. Incluso se atrevió a lanzar un par de besos fugaces, a nadie en concreto, mientras sonreía de oreja a oreja.

Sonreía, sí. Sonreía como hacía mucho tiempo no lo hacía, y cuando llegó a las escaleras del tatami, las saltó de tres en tres, con una energía sorprendente comparada con su habitual desgana por cualquier ejercicio físico. Caminó hacia el centro con resolución, a grandes zancadas, sin molestarse en mirar a su contrincante. No importaba. Ni siquiera el combate importaba ya. Aquellos millares de ojos —ahora se daba cuenta—, no habían ido allí para ver como varios críos recién salidos de la Academia se tiraban de los pelos. No. Habían ido allí para ver un espectáculo…

…y en aquello Datsue era todo un especialista.

Se cuadró frente a los tres grandes Kages y realizó una ligera reverencia. No permaneció mucho tiempo. Tenía cosas más importantes que hacer. Con un florido gesto de mano, deshizo el nudo de su lazo negro. Entonces lo elevó al cielo, mientras miraba hacia la grada donde estaban congregados los Uzureños. Con un movimiento solemne, se llevó la otra mano al corazón, e inclinó la cabeza en señal de respeto, en silencio. Esperó y deseó que los Uzureños hiciesen lo mismo, al entender lo que estaba tratando de hacer.

Uchiha Datsue nunca se había despedido de Shiona. En la Aldea no se había celebrado ningún funeral por ella, y él tampoco se había acercado al ahora llamado Lago de Shiona para ver su monumento. Aquel sería su pequeño tributo. A lo grande y ostentoso, como Shiona sabía que le gustaba a él hacer las cosas.

Se llevó el lacito a la boca y lo besó, para luego señalar con ambas manos al cielo —a Shiona—, y murmurar unas palabras que nadie salvo quizá ella pudieron oír…

Siento la demora —se excusó, segundos después, tras encarar a su oponente y colocarse en la marca. Tras atarse de nuevo el lazo en el brazo, vio por primera vez de quién se trataba: una chica tan guapa como bajita, con el símbolo de Uzushiogakure grabado en su bandana. De ojos color magenta y cabellos púrpura, aquella imagen se parecía demasiado a la descrita por su compañero Hozuki Chokichi—. ¿Eri? —preguntó, casi completamente convencido de que no se equivocaba.



AO: 1
[Imagen: ksQJqx9.png]

¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80

Grupo 2:
Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 5:
Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80


Mensajes en este tema
[Primera ronda] Datsue vs Eri - por Sama-sama - 2/07/2017, 00:38
RE: [Primera ronda] Datsue vs Eri - por Uchiha Datsue - 4/07/2017, 21:11


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