7/07/2017, 23:49
El Uchiha no pudo evitar sonreír con cierta complicidad cuando escuchó a Kaido acercarse a ellos con una de sus jocosas ocurrencias. Allí, en mitad de la noche veraniega de Mizu no Kuni, sobre las escalinatas de mármol de la mansión de un noble cuya existencia habían desconocido hasta hacía unos días, los tres estaban unidos por —al menos— una cosa. Eran ninjas.
—Me hace —contestó Akame, empezando a descender las escaleras—. Hay algo aquí que no encaja.
Los chicos emprendieron la marcha por el sendero que bajaba la colina. En un momento dado, Akame giró la vista para encontrarse con aquel extraño faro ubicado costa adentro. La misma luz que Kaido había visto anteriormente seguía brillando en su penacho, pero sin duda todavía era demasiado débil como para cumplir el propósito que se le suponía.
—Por ejemplo, este faro. ¿Por qué demonios alguien lo construiría tierra adentro? ¿Qué barco va a guiar desde ahí?
A su alrededor, los sonidos de la noche envolvían el ambiente. La isla era silenciosa, a excepción del canto de algún ave nocturna. La Luna llena iluminaba el sendero, la colina y el bosque circundante que se extendía hasta los lindes del pueblo, más abajo. Los chicos se dieron cuenta entonces de que las huellas de un carruaje, profundas y características, descendían por aquel mismo sendero en dirección al pueblo.
—Esas parecen más recientes —comentó Akame, siguiéndolas con la mirada hasta donde alcanzaron sus ojos.
—Me hace —contestó Akame, empezando a descender las escaleras—. Hay algo aquí que no encaja.
Los chicos emprendieron la marcha por el sendero que bajaba la colina. En un momento dado, Akame giró la vista para encontrarse con aquel extraño faro ubicado costa adentro. La misma luz que Kaido había visto anteriormente seguía brillando en su penacho, pero sin duda todavía era demasiado débil como para cumplir el propósito que se le suponía.
—Por ejemplo, este faro. ¿Por qué demonios alguien lo construiría tierra adentro? ¿Qué barco va a guiar desde ahí?
A su alrededor, los sonidos de la noche envolvían el ambiente. La isla era silenciosa, a excepción del canto de algún ave nocturna. La Luna llena iluminaba el sendero, la colina y el bosque circundante que se extendía hasta los lindes del pueblo, más abajo. Los chicos se dieron cuenta entonces de que las huellas de un carruaje, profundas y características, descendían por aquel mismo sendero en dirección al pueblo.
—Esas parecen más recientes —comentó Akame, siguiéndolas con la mirada hasta donde alcanzaron sus ojos.