8/07/2017, 01:39
«¿Alguien... observándonos?». El Uchiha dedicó otra mirada al faro, más larga y analítica, desde la base oculta entre las copas de los árboles, hasta la cumbre tenuemente iluminada. Desde allí no era capaz de ver a nadie, por mucho que lo intentase, pero desde luego algo extraño estaba sucediendo en Isla Monotonía.
—Estoy de acuerdo, Kaido-san —terció Akame ante las palabras de su compañero de Aldea—. Definitivamente no parece que en esta isla no esté pasando nada.
Notó un escalofrío por la espalda. El ambiente parecía enrarecido, más frío de lo que cabía esperarse de una noche de Verano. Akame oteó el pueblo desde las alturas, y le pareció tan desierto y tenebroso como antes, mientras lo cruzaban en sus carruajes. «Carruajes...». El gennin se agachó para observar las huellas que araban el sendero. «Parecen de un solo carromato, y son recientes. Pero son menos profundas que las otras, por lo que el vehículo debía ir menos cargado. Sí, probablemente sean las huellas del carromato del señor Soshuro».
Con cuidado de no estropear el rastro, Akame hizo por un momento caso omiso de sus compañeros y siguió los surcos colina abajo, con la vista fija en el suelo.
—Joder... —masculló de repente—. Las huellas terminan aquí.
Si los otros muchachos se acercaban, verían que los surcos dejados supuestamente por el carruaje del señor Soshuro se desviaban del sendero, haciéndose más profundos y anchos, y terminaban en la ladera de la colina frente a la que se alzaba el misterioso faro. Todo parecía indicar que el carro se había despeñado.
—Estoy de acuerdo, Kaido-san —terció Akame ante las palabras de su compañero de Aldea—. Definitivamente no parece que en esta isla no esté pasando nada.
Notó un escalofrío por la espalda. El ambiente parecía enrarecido, más frío de lo que cabía esperarse de una noche de Verano. Akame oteó el pueblo desde las alturas, y le pareció tan desierto y tenebroso como antes, mientras lo cruzaban en sus carruajes. «Carruajes...». El gennin se agachó para observar las huellas que araban el sendero. «Parecen de un solo carromato, y son recientes. Pero son menos profundas que las otras, por lo que el vehículo debía ir menos cargado. Sí, probablemente sean las huellas del carromato del señor Soshuro».
Con cuidado de no estropear el rastro, Akame hizo por un momento caso omiso de sus compañeros y siguió los surcos colina abajo, con la vista fija en el suelo.
—Joder... —masculló de repente—. Las huellas terminan aquí.
Si los otros muchachos se acercaban, verían que los surcos dejados supuestamente por el carruaje del señor Soshuro se desviaban del sendero, haciéndose más profundos y anchos, y terminaban en la ladera de la colina frente a la que se alzaba el misterioso faro. Todo parecía indicar que el carro se había despeñado.