9/07/2017, 15:58
—¡Excelente! —exclamo el anciano escultor, tras la serie de afirmativas—. Me complace mucho el que las negociaciones marchasen tan bien.
Ahora, Nishijima se veía mucho más relajado. El escultor estaba preparado para un comportamiento mucho más intransigente por parte de aquello jóvenes ninjas. Por supuesto, en su tiempo de espera había planeado todo una serie de artimañas y señuelos atractivos para que aceptasen aquel trato. Por otra parte, su satisfacción era comparable solo con el cansancio que ahora pesaba sobre su cuerpo: Se mantuvo varios días en vela, preocupado por la llegada de sus invitados, pues sabía que si aquellos muchachos no lograban llegar todos sus planes se verían truncados. Aquello terminaría por impedir el que culminase su último proyecto, eso que le daba sentido a la poca vida que le quedaba. El fallecer sin dar finalidad a su cometido era algo que le asustaba más que la muerte en sí misma.
—Hay mucho por hacer, pero debemos reponernos adecuadamente antes de comenzar. Todos nosotros necesitamos descansar —señalo, escuchándose un poco más viejo de lo que normalmente se permitiría—. Nos veremos de nuevo en unos tres días, mientras tanto pueden sentirse como en su casa, aunque sin olvidar que en realidad la es mía.
Se levanto y comenzó a caminar hacia la salida del salón, pero antes de marcharse y perderse en las sombras se giro para decir una última cosa:
—Por ahora, pueden quedarse con el contenido de aquel baúl —afirmo, señalando la pesada caja llena de documentos, y que había dejado abandonada—. No es mucho, pero deberán conformarse con eso, por ahora.
Y sin agregar nada mas, se marcho.
A Kōtetsu le hubiese gustado pasar aquel tiempo fuera, recorriendo aquel pequeño castillo y profundizando en los documentos de su ancestro, la parte que había tomado para sí del baúl. Pero lo cierto es que la mayoría de las horas las pasó durmiendo y atendiendo sus heridas. Fue recién en la noche anterior al día de reencuentro con el escultor que se tomo un tiempo para reflexionar sobre aquel asunto. En una de las parte más altas de toda aquella construcción encontró una agradable y apacible plaza: un lugar pequeño e íntimo, donde se podía contemplar la luna y donde se estaba protegido del viento por las bien ubicadas paredes circundantes.
Solo Naomi le hacía compañía, pero su deseo de conversar correspondía a otros intereses, ideas que solo otras dos personas podrían compartir. Pese a la hora, siendo casi la media noche, con la luna llena en su punto más alto, el joven pidió que fuesen llamados aquellos que, como él, estuvieron en la audiencia con Satomu. Sabiendo que bien podrían negarse, ya fuese por el sueño o el desinterés, se aseguro de que su enviada les hiciera comprender que el asunto trataba sobre Nishijima y que era de suma importancia.
—Mi señor… ¿Qué sucede si el acompañante del joven Kaido se muestra en desacuerdo?
—Le explicaras que es solo una conversación de niños —Levanto su mirada hacia el cielo antes de continuar—. De todas formas, esto es algo que solo nos concierne a quienes hicimos aquel trato. Eres una negociadora carismática, estoy seguro de que traer a nuestro azulado amigo no será mucho problema.
Y con aquello dicho, la muchacha de largos cabellos negros se retiro en silencio, para buscar a las dos personas que le habían encomendado. Mientras que su señor esperaba ansioso y expectante, bajo la amarillenta luz de la luna llena.
—Es hora de tener una buena conversación.
Ahora, Nishijima se veía mucho más relajado. El escultor estaba preparado para un comportamiento mucho más intransigente por parte de aquello jóvenes ninjas. Por supuesto, en su tiempo de espera había planeado todo una serie de artimañas y señuelos atractivos para que aceptasen aquel trato. Por otra parte, su satisfacción era comparable solo con el cansancio que ahora pesaba sobre su cuerpo: Se mantuvo varios días en vela, preocupado por la llegada de sus invitados, pues sabía que si aquellos muchachos no lograban llegar todos sus planes se verían truncados. Aquello terminaría por impedir el que culminase su último proyecto, eso que le daba sentido a la poca vida que le quedaba. El fallecer sin dar finalidad a su cometido era algo que le asustaba más que la muerte en sí misma.
—Hay mucho por hacer, pero debemos reponernos adecuadamente antes de comenzar. Todos nosotros necesitamos descansar —señalo, escuchándose un poco más viejo de lo que normalmente se permitiría—. Nos veremos de nuevo en unos tres días, mientras tanto pueden sentirse como en su casa, aunque sin olvidar que en realidad la es mía.
Se levanto y comenzó a caminar hacia la salida del salón, pero antes de marcharse y perderse en las sombras se giro para decir una última cosa:
—Por ahora, pueden quedarse con el contenido de aquel baúl —afirmo, señalando la pesada caja llena de documentos, y que había dejado abandonada—. No es mucho, pero deberán conformarse con eso, por ahora.
Y sin agregar nada mas, se marcho.
A Kōtetsu le hubiese gustado pasar aquel tiempo fuera, recorriendo aquel pequeño castillo y profundizando en los documentos de su ancestro, la parte que había tomado para sí del baúl. Pero lo cierto es que la mayoría de las horas las pasó durmiendo y atendiendo sus heridas. Fue recién en la noche anterior al día de reencuentro con el escultor que se tomo un tiempo para reflexionar sobre aquel asunto. En una de las parte más altas de toda aquella construcción encontró una agradable y apacible plaza: un lugar pequeño e íntimo, donde se podía contemplar la luna y donde se estaba protegido del viento por las bien ubicadas paredes circundantes.
Solo Naomi le hacía compañía, pero su deseo de conversar correspondía a otros intereses, ideas que solo otras dos personas podrían compartir. Pese a la hora, siendo casi la media noche, con la luna llena en su punto más alto, el joven pidió que fuesen llamados aquellos que, como él, estuvieron en la audiencia con Satomu. Sabiendo que bien podrían negarse, ya fuese por el sueño o el desinterés, se aseguro de que su enviada les hiciera comprender que el asunto trataba sobre Nishijima y que era de suma importancia.
—Mi señor… ¿Qué sucede si el acompañante del joven Kaido se muestra en desacuerdo?
—Le explicaras que es solo una conversación de niños —Levanto su mirada hacia el cielo antes de continuar—. De todas formas, esto es algo que solo nos concierne a quienes hicimos aquel trato. Eres una negociadora carismática, estoy seguro de que traer a nuestro azulado amigo no será mucho problema.
Y con aquello dicho, la muchacha de largos cabellos negros se retiro en silencio, para buscar a las dos personas que le habían encomendado. Mientras que su señor esperaba ansioso y expectante, bajo la amarillenta luz de la luna llena.
—Es hora de tener una buena conversación.