9/07/2017, 19:57
— Mira, querido compañero de Uzushiogakure, no quiero ir con todo contra un aliado shinobi. Tu especialidad es el Kenjutsu y la mía el Ninjutsu, así que podríamos acabar los dos con un brazo de menos, y nos joderíamos mutuamente. Te propongo limitarnos mutuamente, a poco más que Taijutsu y cosas de apoyo como Ninjutsu y objetos que no hagan daño. ¿Qué te parece?
Escucho aquellas palabras con un gran interés y curiosidad moral, pese a que su rostro no daba señal alguna de que su dueño estuviese comprendiendo, o siquiera oyendo, aquello que le era dicho por el joven rubio.
Las palabras de su oponente tenían lógica, moral y mucha prudencia. Pero en aquel momento y en aquel lugar, aquello significaba poco: En el momento en que accedieron a participar, también lo hicieron a luchar pese a las posibles consecuencias. ¿Era lógico que dos colegas, ninjas de la misma villa y portadores del mismo blasón, se enfrentasen con todo? No, no lo era, pero los líderes estaban dispuestos a ello. ¿Tenia algún sentido moral que dos jovencitos arriesgaran sus vidas en pos del entretenimiento y la exhibición de fuerzas? No, no lo tenía, pero el público así lo exigía. ¿Alguien allí, fuese espectador o participe, poseía la suficiente prudencia para ser sensible y darse cuenta de que todo aquello era innecesario y contraproducente? No, no la poseían, todos habían renunciado a aquella virtud cuando atendieron al llamado de los promotores.
El de cabellera blanca trato de encontrar mentiras y argucias en las palabras de su oponente, pero solo hallo verdad. Era una verdad inútil y con poca capacidad de dar consuelo. Trato de resistir la duda, pero esta comenzó a soplar con fuerza en el océano de sus pensamientos, lugar que hasta hacia poco, cuando se rompió el silencio, estuvo en calma absoluta.
Las preguntas le invadieron:
“¿Qué haría un ninja de verdad? ¿Qué sería lo correcto? ¿Qué diría mi Kage? ¿Qué diría el público? ¿Qué dirían las demás aldeas? ¿Podría vivir con la decisión tomada? ¿Es correcto? ¿Es justo? ¿Es necesario? ¿Estoy en acuerdo? ¿Qué es lo que quiero hacer?”
“Esas preguntas no tienen razón de ser… —Y con la caricia de una voz familiar, la gran tormenta se disipo—. Has venido aquí con un único y noble objetivo: Ponerte a prueba. No permitas que los intereses ególatras de un oponente que se cree demasiado patriótico para enfrentarte se interpongan entre tu el honor y la gloria”.
“Es cierto, es así”.
“Ahora, te pregunto, ¿Los vientos de duda siguen soplando en tu interior?”, indagó.
—¡No! —, respondió con fuerza, tanto para sí mismo como para su rival, sintiendo como la calma y la determinación volvían a ser suyas. Como volvían a darle fuerzas.
Escucho aquellas palabras con un gran interés y curiosidad moral, pese a que su rostro no daba señal alguna de que su dueño estuviese comprendiendo, o siquiera oyendo, aquello que le era dicho por el joven rubio.
Las palabras de su oponente tenían lógica, moral y mucha prudencia. Pero en aquel momento y en aquel lugar, aquello significaba poco: En el momento en que accedieron a participar, también lo hicieron a luchar pese a las posibles consecuencias. ¿Era lógico que dos colegas, ninjas de la misma villa y portadores del mismo blasón, se enfrentasen con todo? No, no lo era, pero los líderes estaban dispuestos a ello. ¿Tenia algún sentido moral que dos jovencitos arriesgaran sus vidas en pos del entretenimiento y la exhibición de fuerzas? No, no lo tenía, pero el público así lo exigía. ¿Alguien allí, fuese espectador o participe, poseía la suficiente prudencia para ser sensible y darse cuenta de que todo aquello era innecesario y contraproducente? No, no la poseían, todos habían renunciado a aquella virtud cuando atendieron al llamado de los promotores.
El de cabellera blanca trato de encontrar mentiras y argucias en las palabras de su oponente, pero solo hallo verdad. Era una verdad inútil y con poca capacidad de dar consuelo. Trato de resistir la duda, pero esta comenzó a soplar con fuerza en el océano de sus pensamientos, lugar que hasta hacia poco, cuando se rompió el silencio, estuvo en calma absoluta.
Las preguntas le invadieron:
“¿Qué haría un ninja de verdad? ¿Qué sería lo correcto? ¿Qué diría mi Kage? ¿Qué diría el público? ¿Qué dirían las demás aldeas? ¿Podría vivir con la decisión tomada? ¿Es correcto? ¿Es justo? ¿Es necesario? ¿Estoy en acuerdo? ¿Qué es lo que quiero hacer?”
“Esas preguntas no tienen razón de ser… —Y con la caricia de una voz familiar, la gran tormenta se disipo—. Has venido aquí con un único y noble objetivo: Ponerte a prueba. No permitas que los intereses ególatras de un oponente que se cree demasiado patriótico para enfrentarte se interpongan entre tu el honor y la gloria”.
“Es cierto, es así”.
“Ahora, te pregunto, ¿Los vientos de duda siguen soplando en tu interior?”, indagó.
—¡No! —, respondió con fuerza, tanto para sí mismo como para su rival, sintiendo como la calma y la determinación volvían a ser suyas. Como volvían a darle fuerzas.