9/07/2017, 23:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:45 por Amedama Daruu.)
—¡Ha sido un placer chicos! Ahora debéis esforzaros y darlo todo en el torneo, ¿sí? —Karoi les sonrió y dio una palmada en el brazo derecho de Ayame que sonó como un hombre gordo cayendo en plancha a una piscina después de un salto de trampolín. Daruu apretó los dientes, se encogió, cerró los ojos y siseó entre dientes como si le hubieran pegado a él y dio un paso atrás, no sea que al tío de Ayame se le ocurriese repartir más afecto.
—S... ¡Sí! —respondió Ayame—. ¿Vendrás a vernos al torneo?
Karoi se puso serio de pronto. Daruu torció el gesto con curiosidad: el tío de Ayame había vuelto a sonreír enseguida, pero la expresión del Hozuki no le había pasado desapercibida.
—Lo intentaré, pequeñaja —mintió Karoi. Daruu bajó la mirada y suspiró. «Al final, es un ninja, y Ayame ha estado un montón de tiempo sin verle. Seguro que tiene cosas que hacer»—. ¡Venga! ¡No os entretengáis por más tiempo, ¿sí?
El hombre se despidió de ellos enarbolando la mano como una bandera. Les dio la espalda, y entonces los muchachos se dieron la vuelta.
—Es muy simpático, pero me agobia tanta energía —rio Daruu—. Ayame... ¿Te pasa algo?
Ayame tenía el rostro de alguien que acaba de descubrir un muerto en su jardín.
—Umiuma. —Dos figuras descendieron a unos metros por delante de Karoi, vistiendo únicamente una túnica larga y negra con capucha. En ese momento, tenían las capuchas bajadas, pero tapaban el rostro con sendas máscaras, una de ellas representaba a un toro, la del que hablaba: un hombre alto corpulento, de cabello corto y plateado. La otra a un zorro, y la vestía el más bajito: un hombre de cabellos también plateados pero largos, atados en una coleta baja detrás de la cabeza.— Se supone que tenías que entregarnos a la jinchuuriki antes de que llegase a los Dojos. ¿Dónde está?
—Parece que los Kajitsu Hozuki tenían razón para sospechar de ti finalmente... —comentó el otro, socarrón—. No te preocupes, no venimos a tomar represalias contra ti. Hemos hecho el trabajo que nos han pedido: traer a la muchacha o confirmar tu traición.
—No te preocupes, ya están enterados. Sólo somos amables contigo: al fin y al cabo gracias a ti nos han pagado una barbaridad.
—Sólo venimos a darte un regalo: una advertencia.
Se dieron la vuelta y echaron a caminar.
—No podéis entrar en los dojos sin excusa, ergo, sin delatar la verdadera identidad de Ayame.
—Los Kajitsu Hozuki tienen amigos. Muchos amigos.
—Utiliza esta información como tú prefieras. Ah, y si yo fuera tú, evitaría encontrarme con ellos y me iría a refugiar con la poca familia que te quede... Reigetsu no está muy contento contigo.
Desaparecieron en un parpadeo dejando detrás de sí una pequeña nube de humo.
—Kishishishishishi...
—S... ¡Sí! —respondió Ayame—. ¿Vendrás a vernos al torneo?
Karoi se puso serio de pronto. Daruu torció el gesto con curiosidad: el tío de Ayame había vuelto a sonreír enseguida, pero la expresión del Hozuki no le había pasado desapercibida.
—Lo intentaré, pequeñaja —mintió Karoi. Daruu bajó la mirada y suspiró. «Al final, es un ninja, y Ayame ha estado un montón de tiempo sin verle. Seguro que tiene cosas que hacer»—. ¡Venga! ¡No os entretengáis por más tiempo, ¿sí?
El hombre se despidió de ellos enarbolando la mano como una bandera. Les dio la espalda, y entonces los muchachos se dieron la vuelta.
—Es muy simpático, pero me agobia tanta energía —rio Daruu—. Ayame... ¿Te pasa algo?
Ayame tenía el rostro de alguien que acaba de descubrir un muerto en su jardín.
···
Horas más tarde, en un claro de bosque...
—Umiuma. —Dos figuras descendieron a unos metros por delante de Karoi, vistiendo únicamente una túnica larga y negra con capucha. En ese momento, tenían las capuchas bajadas, pero tapaban el rostro con sendas máscaras, una de ellas representaba a un toro, la del que hablaba: un hombre alto corpulento, de cabello corto y plateado. La otra a un zorro, y la vestía el más bajito: un hombre de cabellos también plateados pero largos, atados en una coleta baja detrás de la cabeza.— Se supone que tenías que entregarnos a la jinchuuriki antes de que llegase a los Dojos. ¿Dónde está?
—Parece que los Kajitsu Hozuki tenían razón para sospechar de ti finalmente... —comentó el otro, socarrón—. No te preocupes, no venimos a tomar represalias contra ti. Hemos hecho el trabajo que nos han pedido: traer a la muchacha o confirmar tu traición.
—No te preocupes, ya están enterados. Sólo somos amables contigo: al fin y al cabo gracias a ti nos han pagado una barbaridad.
—Sólo venimos a darte un regalo: una advertencia.
Se dieron la vuelta y echaron a caminar.
—No podéis entrar en los dojos sin excusa, ergo, sin delatar la verdadera identidad de Ayame.
—Los Kajitsu Hozuki tienen amigos. Muchos amigos.
—Utiliza esta información como tú prefieras. Ah, y si yo fuera tú, evitaría encontrarme con ellos y me iría a refugiar con la poca familia que te quede... Reigetsu no está muy contento contigo.
Desaparecieron en un parpadeo dejando detrás de sí una pequeña nube de humo.
—Kishishishishishi...