10/07/2017, 17:50
(Última modificación: 10/07/2017, 19:34 por Uchiha Akame.)
El velatorio prosiguió su curso mientras dos de los ninjas aguardaban pacientes en una esquina. No había nada sospechoso, o al menos, nada que a ellos les pareciese sospechoso. Muchos invitados, rostros llenos de tristeza —real o fingida—, ofrendas al muerto y a su familia, pésames y oraciones entonadas por el sacerdote. Olor a incienso y a muerte.
Akame recorría el templo con la vista, examinando cada detalle que le pareciese mínimamente interesante. Y en efecto, había algo que a él le chirriaba en toda aquella ceremonia.
—Parece que Ishigami-san era un hombre bien relacionado —dijo, en voz baja, Akame—. Aquí hay tanto gente acaudalada como yamirienses humildes. Se ve que el tipo se codeaba con todos los estratos sociales de la ciudad, pero, ¿por qué? Si tenía dinero suficiente para comprarse lujosas ropas, ¿por qué dignarse a confraternizar con la mugre?
Las preguntas iban dirigidas, claro, a Aiko. Ambos estaban lo bastante cerca como para que ella pudiera escucharle en susurros, y el Uchiha tampoco quería alzar más la voz. Ya daban bastante la nota allí, captando las miradas curiosas o molestas de más de un invitado, como para hacerse notar más aún.
Por su parte Datsue se acercó para presentar sus respetos al muerto. Disimuladamente activó su Sharingan para "escanear" el cadáver, pero no halló nada que no pudiese verse a simple vista. Ishigami Takuya estaba muerto y bien muerto.
Un rumor empezó a crecer en la entrada del templo, y Akame estiró el cuello para intentar divisar el origen. Justo en ese momento acababa de entrar una figura conocida; Rokuro Hei, el maestro músico, con su negro samishen en brazos. Parecía muchísimo más viejo que la noche anterior, con el rostro surcado de arrugas y los ojos hinchados de no dormir. No le acompañaba ninguno de sus ayudantes —ni el herido ni los otros—, y apenas ingresar en el velatorio el hombre buscó a la viuda para presentar sus respetos.
—Me gustaría tocar una pieza en honor a la memoria del fallecido, dadas las... Terribles circunstancias de su muerte. Si a usted le parece bien, claro —se le oyó decir, a lo que la mujer asintió con gravedad, enjuagándose las lágrimas.