12/07/2017, 07:45
(Última modificación: 29/07/2017, 02:45 por Amedama Daruu.)
—¡Ah! ¡No, qué va! Sólo estoy cansada del viaje... Estoy deseando llegar a nuestro sitio... ¿Dónde era, por cierto? Era algo terminado en nota, creo... ¿No...?
Ayame respondió con una sinceridad muy dudosa que disparó todas sus alarmas, pero su particular manera de confundir nombres y su corta memoria le hicieron reír de buena gana y olvidarse del tema.
—Nishinoya, Ayame —dijo—. Significa hogar del oeste. Supongo que será bastante fácil de encontrar.
No lo decía solamente por tratarse de un lugar con un nombre bastante descriptivo, sino porque si hubiera sido él el organizador del torneo, se habría asegurado de que los shinobi no se perdieran al llegar a los dojos. El Valle no era, ni de lejos, un país tan grande, y Nishinoya podía verse a lo lejos como una pulguita azul. Aún así, no tardaron en encontrar carteles que les dirigieron hacia lo que sería su nuevo hogar durante una larga temporada.
Nishinoya los recibió. Eran tres dojos tradicionales, prácticamente al pie de la montaña, que rodeaban un pequeño parque con un estante. Daruu se acercó a mirar y descubrió gratamente que estaba poblado de peces koi. Echó una ojeada al lugar rápidamente: un edificio parecía destinado a los hombres y el otro a las mujeres. En el del centro no había ninguna indicación: ya investigaría más adelante.
Suspiró.
—Ayame... Supongo que es la hora de separarse. —Desvió la mirada y se ruborizó—. Ahora estamos cansados y eso, y además, no vamos muy bien vestidos para... Pero es que... Respecto a lo de ayer...
—¿Quieres que tengamos una... Una cita? —dijo, con las piernas temblando como un flan—. Ma... Mañana por la noche. Para cenar. Para empezar mejor lo... ¿Lo nuestro?
¿Había siquiera un "lo nuestro"? A Daruu las piernas casi le lloraban que se moviera hacia su habitación, pero resistió la llamada de la cobardía un poco más.
Ayame respondió con una sinceridad muy dudosa que disparó todas sus alarmas, pero su particular manera de confundir nombres y su corta memoria le hicieron reír de buena gana y olvidarse del tema.
—Nishinoya, Ayame —dijo—. Significa hogar del oeste. Supongo que será bastante fácil de encontrar.
No lo decía solamente por tratarse de un lugar con un nombre bastante descriptivo, sino porque si hubiera sido él el organizador del torneo, se habría asegurado de que los shinobi no se perdieran al llegar a los dojos. El Valle no era, ni de lejos, un país tan grande, y Nishinoya podía verse a lo lejos como una pulguita azul. Aún así, no tardaron en encontrar carteles que les dirigieron hacia lo que sería su nuevo hogar durante una larga temporada.
Nishinoya los recibió. Eran tres dojos tradicionales, prácticamente al pie de la montaña, que rodeaban un pequeño parque con un estante. Daruu se acercó a mirar y descubrió gratamente que estaba poblado de peces koi. Echó una ojeada al lugar rápidamente: un edificio parecía destinado a los hombres y el otro a las mujeres. En el del centro no había ninguna indicación: ya investigaría más adelante.
Suspiró.
—Ayame... Supongo que es la hora de separarse. —Desvió la mirada y se ruborizó—. Ahora estamos cansados y eso, y además, no vamos muy bien vestidos para... Pero es que... Respecto a lo de ayer...
—¿Quieres que tengamos una... Una cita? —dijo, con las piernas temblando como un flan—. Ma... Mañana por la noche. Para cenar. Para empezar mejor lo... ¿Lo nuestro?
¿Había siquiera un "lo nuestro"? A Daruu las piernas casi le lloraban que se moviera hacia su habitación, pero resistió la llamada de la cobardía un poco más.