12/07/2017, 15:12
(Última modificación: 17/08/2017, 13:27 por Amedama Daruu.)
Daruu ya conocía suficientemente a Ayame como para saber de sobra que aquél tenso silencio no significaba una negación por su parte, pero eso no hizo más fácil la espera.
Finalmente asintió, jugueteando con las manos, y los muchachos quedaron para verse a la noche siguiente. Tendría que comprarse ropa y...
—B-bueno, pues... Ma-mañana a las ocho delante del estanque, ¿v-vale?
Los muchachos echaron a correr casi al unísono hacia sus respectivos edificios. Una vez dentro, Daruu suspiró y trató de relajarse todo lo que pudo. Hasta el día siguiente no tenía nada que hacer, y lo que quedaba del de hoy pensaba emplearlo en descansar como hacía tiempo que no lo hacía.
Pero primero debía de encontrar su habitación.
La tercera de la izquierda. Pues vaya. Se había imaginado que iba a ser una odisea, pero probablemente solo se tratara de los nervios. Daruu introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. Veríamos qué se encontraría dentro.
Se trataba más bien de una suite que de una habitación. Lo primero que hizo fue sacar la cabeza fuera de la habitación y mirar de nuevo el número para ver si no se había equivocado. ¡Allí había de todo! Incluso un bonsai medio seco. Y encima su cama tenía las sábanas de color azul marino, prácticamente en negro. Casi es como si se hubieran esmerado para hacerla más acogedora para Daruu. Encima del escritorio había un cuadro con la imagen de un apacible lago rodeado de árboles.
Daruu se acercó al pequeño bonsai.
—Madre mía, estás hecho un desastre —dijo, y formuló el sello del tigre—. Te echaré un poco de agua.
«Suiton: Komizurappa.»
Daruu echó un chorrito de agua al bonsai desde sus labios. Después se acercó a la nevera y la abrió para ver si le habían dejado algo.
«Bueno, al menos hay un paquetito de carne de cerdo. En fin... Me voy a sacar la basura.»
Daruu salió de la habitación con una bandeja de sushi entre las manos.
Fin del post
Finalmente asintió, jugueteando con las manos, y los muchachos quedaron para verse a la noche siguiente. Tendría que comprarse ropa y...
—B-bueno, pues... Ma-mañana a las ocho delante del estanque, ¿v-vale?
Los muchachos echaron a correr casi al unísono hacia sus respectivos edificios. Una vez dentro, Daruu suspiró y trató de relajarse todo lo que pudo. Hasta el día siguiente no tenía nada que hacer, y lo que quedaba del de hoy pensaba emplearlo en descansar como hacía tiempo que no lo hacía.
Pero primero debía de encontrar su habitación.
La tercera de la izquierda. Pues vaya. Se había imaginado que iba a ser una odisea, pero probablemente solo se tratara de los nervios. Daruu introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. Veríamos qué se encontraría dentro.
Se trataba más bien de una suite que de una habitación. Lo primero que hizo fue sacar la cabeza fuera de la habitación y mirar de nuevo el número para ver si no se había equivocado. ¡Allí había de todo! Incluso un bonsai medio seco. Y encima su cama tenía las sábanas de color azul marino, prácticamente en negro. Casi es como si se hubieran esmerado para hacerla más acogedora para Daruu. Encima del escritorio había un cuadro con la imagen de un apacible lago rodeado de árboles.
Daruu se acercó al pequeño bonsai.
—Madre mía, estás hecho un desastre —dijo, y formuló el sello del tigre—. Te echaré un poco de agua.
«Suiton: Komizurappa.»
Daruu echó un chorrito de agua al bonsai desde sus labios. Después se acercó a la nevera y la abrió para ver si le habían dejado algo.
«Bueno, al menos hay un paquetito de carne de cerdo. En fin... Me voy a sacar la basura.»
Daruu salió de la habitación con una bandeja de sushi entre las manos.
Fin del post