14/07/2017, 22:09
Datsue pareció entablar conversación con el músico, pero éste no parecía atenderle para cuando lo hizo. Sin embargo, al final consiguió recabar su atención, para bien o para mal. Lamentablemente, Aiko no llegaba a escucharlos, ni sabía leer los labios, algo que tarde o temprano debería aprender...
Aiko y Akame por su parte seguían expectantes, atentos a cualquier tipo de señal. De pronto, y bajo la mirada de al menos un centenar de personas, el encargado del velatorio promovió con palabras que darían paso a la actuación del gran y célebre músico. Todo el mundo guardó silencio, y las notas del mágico instrumento comenzaron a deleitar a todos los presentes con una sinfonía en la que a cortos y delicados golpes, iba narrando la tristeza de su prodigioso autor. Los acordes hacían que cualquier persona allí presente no pudiese mas que realzar ese sentimiento latente, aunque para muchos exteriorizado en esos duros momentos. Las lágrimas se desprendían a modo de cascada de la pobre viuda, aunque no era la única que había caído en un triste y meloso llanto. Hasta Aiko tenía los ojos brillantes, intentando contener su emoción, sus ganas de llorar.
¡PUM!
Un golpe que para nada tenía que ver con la música resonó, rompiendo la armonía por un instante. El silencio no hizo mas que agravar la tensión, una tensión que rápidamente se vería interrumpida.
¡PUM!
Un segundo golpe, un golpe desesperado. Alguien solicitaba ayuda, a porrazos contra alguna especie de madera. Aiko buscó con la mirada, incrédula, intentando averiguar qué sucedía en esa sala donde los nervios de todos estaban a flor de piel. Todos parecían contener la respiración. En mitad de esa ceremonia, todo parecía estar tramando lejos de lo esperado.
¡PUM!
El tercer golpe ya alarmó a una gran cantidad de gente, los cuales no pudieron evitar fijar la mirada en el ataúd. Éste vibraba, como si estuviese siendo golpeado frenéticamente desde su interior. Una primera voz avisó, por si alguien aún no lo había notado, de que el muerto estaba vivo.
De pronto, toda la tensión del momento se vio liberada en fulgor de pánico, donde no importaba cómo pero había que salir de allí. La viuda, desolada, cayó desmayada y por suerte los hijos pudieron tomarla antes de que se abriese la crisma contra el suelo. La gente corría como pollos sin cabeza, sin saber bien a donde ir. Chocaban los unos con los otros, gritaban... parecían estar absoluta y completamente locos. Como si el fin del mundo concurriese en ese mismo instante, y fuesen privilegiados espectadores.
La chica mantuvo la calma tanto como pudo, e intentó mermar los golpes y empujones recibidos mientras alzaba la mirada en pos de encontrar a la pobre viuda. Sin embargo, no pudo encontrarla, en su defecto encontró algo que realmente no esperaba encontrar allí...
«¡¡Cara de rata!!»
Su mirada se clavó tan certeramente como pudo al darse cuenta de quién era, no obstante, moverse por el lugar era realmente difícil, por no decir imposible. A su lado debiere estar Akame, pero éste si que tendría esas graves limitaciones. La chica comenzó a volatilizarse, deshaciéndose en un centenar de papeles.
—¡Akame! ¡Cara de rata está allí! —informó a su aliado temporal, sin alzar demasiado la voz, aunque realmente sus palabras tampoco resaltarían demasiado entre tanto grito.
Terminada su transformación en papeles, una nube de éstos comenzaría a abrirse paso entre la gente, eludiendo de buena manera la muchedumbre y recortando las distancias para con el asesino. De entre todas esas hojas de papel, la chica creó un avión, los cuales eran realmente rápidos. Con éste aprovecharía para diezmar la distancia hacia su objetivo, y poco antes de que éste impactase o pasase a su vera, lo convertiría en una mariposa que con sigilo intentaría plantar en su espalda o entre sus ropajes.
Sin duda, la habilidad de la chica en ésta situación era un tanto favorable, pues avanzar sin ser retenida por las personas que huían del ataúd sería drásticamente difícil.
Aiko y Akame por su parte seguían expectantes, atentos a cualquier tipo de señal. De pronto, y bajo la mirada de al menos un centenar de personas, el encargado del velatorio promovió con palabras que darían paso a la actuación del gran y célebre músico. Todo el mundo guardó silencio, y las notas del mágico instrumento comenzaron a deleitar a todos los presentes con una sinfonía en la que a cortos y delicados golpes, iba narrando la tristeza de su prodigioso autor. Los acordes hacían que cualquier persona allí presente no pudiese mas que realzar ese sentimiento latente, aunque para muchos exteriorizado en esos duros momentos. Las lágrimas se desprendían a modo de cascada de la pobre viuda, aunque no era la única que había caído en un triste y meloso llanto. Hasta Aiko tenía los ojos brillantes, intentando contener su emoción, sus ganas de llorar.
¡PUM!
Un golpe que para nada tenía que ver con la música resonó, rompiendo la armonía por un instante. El silencio no hizo mas que agravar la tensión, una tensión que rápidamente se vería interrumpida.
¡PUM!
Un segundo golpe, un golpe desesperado. Alguien solicitaba ayuda, a porrazos contra alguna especie de madera. Aiko buscó con la mirada, incrédula, intentando averiguar qué sucedía en esa sala donde los nervios de todos estaban a flor de piel. Todos parecían contener la respiración. En mitad de esa ceremonia, todo parecía estar tramando lejos de lo esperado.
¡PUM!
El tercer golpe ya alarmó a una gran cantidad de gente, los cuales no pudieron evitar fijar la mirada en el ataúd. Éste vibraba, como si estuviese siendo golpeado frenéticamente desde su interior. Una primera voz avisó, por si alguien aún no lo había notado, de que el muerto estaba vivo.
De pronto, toda la tensión del momento se vio liberada en fulgor de pánico, donde no importaba cómo pero había que salir de allí. La viuda, desolada, cayó desmayada y por suerte los hijos pudieron tomarla antes de que se abriese la crisma contra el suelo. La gente corría como pollos sin cabeza, sin saber bien a donde ir. Chocaban los unos con los otros, gritaban... parecían estar absoluta y completamente locos. Como si el fin del mundo concurriese en ese mismo instante, y fuesen privilegiados espectadores.
La chica mantuvo la calma tanto como pudo, e intentó mermar los golpes y empujones recibidos mientras alzaba la mirada en pos de encontrar a la pobre viuda. Sin embargo, no pudo encontrarla, en su defecto encontró algo que realmente no esperaba encontrar allí...
«¡¡Cara de rata!!»
Su mirada se clavó tan certeramente como pudo al darse cuenta de quién era, no obstante, moverse por el lugar era realmente difícil, por no decir imposible. A su lado debiere estar Akame, pero éste si que tendría esas graves limitaciones. La chica comenzó a volatilizarse, deshaciéndose en un centenar de papeles.
—¡Akame! ¡Cara de rata está allí! —informó a su aliado temporal, sin alzar demasiado la voz, aunque realmente sus palabras tampoco resaltarían demasiado entre tanto grito.
Terminada su transformación en papeles, una nube de éstos comenzaría a abrirse paso entre la gente, eludiendo de buena manera la muchedumbre y recortando las distancias para con el asesino. De entre todas esas hojas de papel, la chica creó un avión, los cuales eran realmente rápidos. Con éste aprovecharía para diezmar la distancia hacia su objetivo, y poco antes de que éste impactase o pasase a su vera, lo convertiría en una mariposa que con sigilo intentaría plantar en su espalda o entre sus ropajes.
Sin duda, la habilidad de la chica en ésta situación era un tanto favorable, pues avanzar sin ser retenida por las personas que huían del ataúd sería drásticamente difícil.