15/07/2017, 06:14
Más pronto que tarde, un cúmulo cilíndrico de piedras grises se alzó frente a ellos cual torre de babel, cuya edificación databa probablemente de tiempos anteriores a la creación de aquel pueblo fantasma. Símbolos ininteligibles vestían sus raídas estructuras y un arco pedrusco con una puerta de madera vieja encajada en los cruces del mismo, yacía sujeta con goznes de hierro.
Kaido desestimó la idea de ir a por esa misma entrada, teniendo en cuenta que probablemente rechinaría como gata en celo si se intentase abrir de alguna manera. Además, poca voluntad le quedaría a él, y a sus compañeros; de querer adentrarse en aquella edificación, debido al extraño canto proveniente de su interior, cuyas líricas eran ahora más claras para el oído ajeno.
Fuera su letra, o la melodía con la que era entonada, la extraña oración daba toda la certeza de que se trataba, mínimo, de una fanática adoración a un Dios muerto. O algo que tuviese que ver con eso.
El gyojin tragó saliva, intimidado hasta los cojones. Su piel ya no era azul, sino que cogió un color blanquecino que demostraba el cómo le hacía sentir todo aquello. Su rostro aún vestía una sonrisa nerviosa, como si aquella filosa dentadura resultase ser un escudo infalible ante cualquier peligro. Tenía la garganta seca, y aunque no estaba deshidratado, su cuerpo de hozuki le pedía agua a toda costa.
Finalmente, Datsue procrastinó de la aventura con sus falsas alegaciones de valentía e inquirió a sus dos compañeros a que se encargaran ellos de averiguar qué o quién se encontraba en el interior del viejo faro. Kaido se volteó, con el ceño fruncido, y le señaló con el dedo índice. Hizo además un esfuerzo titánico por no gritar.
—"Vosotros" me suena a manada. No voy a entrar ahí yo solo para que un culto maligno venerador de un Dios muerto me coma a mí nada más las entrañas. Las tuyas tendrán que ir también al caldo de shinobi entrometido que prepararán con nuestros cuerpos si nos llegan a pillar.
Kaido desestimó la idea de ir a por esa misma entrada, teniendo en cuenta que probablemente rechinaría como gata en celo si se intentase abrir de alguna manera. Además, poca voluntad le quedaría a él, y a sus compañeros; de querer adentrarse en aquella edificación, debido al extraño canto proveniente de su interior, cuyas líricas eran ahora más claras para el oído ajeno.
Cuando la Luna de Sangre baja,
la línea entre hombres y bestias se difumina,
y cuando Susano'o descienda,
el digno será bendecido con un hijo.
la línea entre hombres y bestias se difumina,
y cuando Susano'o descienda,
el digno será bendecido con un hijo.
Fuera su letra, o la melodía con la que era entonada, la extraña oración daba toda la certeza de que se trataba, mínimo, de una fanática adoración a un Dios muerto. O algo que tuviese que ver con eso.
El gyojin tragó saliva, intimidado hasta los cojones. Su piel ya no era azul, sino que cogió un color blanquecino que demostraba el cómo le hacía sentir todo aquello. Su rostro aún vestía una sonrisa nerviosa, como si aquella filosa dentadura resultase ser un escudo infalible ante cualquier peligro. Tenía la garganta seca, y aunque no estaba deshidratado, su cuerpo de hozuki le pedía agua a toda costa.
Finalmente, Datsue procrastinó de la aventura con sus falsas alegaciones de valentía e inquirió a sus dos compañeros a que se encargaran ellos de averiguar qué o quién se encontraba en el interior del viejo faro. Kaido se volteó, con el ceño fruncido, y le señaló con el dedo índice. Hizo además un esfuerzo titánico por no gritar.
—"Vosotros" me suena a manada. No voy a entrar ahí yo solo para que un culto maligno venerador de un Dios muerto me coma a mí nada más las entrañas. Las tuyas tendrán que ir también al caldo de shinobi entrometido que prepararán con nuestros cuerpos si nos llegan a pillar.