16/07/2017, 15:43
Kōtetsu dejo pasar de largo la provocación del azulado, pues sabía que de nada serviría el intentar corregirlo. Además, era tarde y, pese a lo agradable del ambiente, necesitaba despejar sus dudas rápidamente. Y sabía que la mejor manera de conseguir lo que quería era sabiendo que opinaban aquellos que estaban en la misma situación.
—De hecho, acepte aquel pergamino sintiéndome un tanto escéptico con respecto a su contenido —confeso, esperando que sus compañeros también aceptaran que estaban frente a una serie de casualidades un tanto surrealista—. Pero contradiciendo lo que esperaba, resultaron ser narraciones autenticas, de una fidelidad casi perturbadora.
Había esperado que aquel sujeto les engañara con una serie de informaciones y promesas falsas, lo típico en aquellos que han amasado mucho dinero. Incluso había imaginado que todo lo relatado en aquel gris pergamino era una épica mentira construida a partir de investigaciones sobre sus perfiles, algo nada difícil para alguien con el suficiente dinero. Sin embargo, pudo comprobar que todo lo allí relatado calzaba a la perfección con los registros de su familia, inclusive llenaba con explicaciones lógicas algunos espacios temporales que habían quedado en blanco. Siempre llevaba en su memoria gran parte de los registros de su familia, al menos lo que había dejado su padre, que abarcaba los últimos doscientos años. Con aquello, no le tomo mucho el darse cuenta de que le estaban ofreciendo algo verdadero.
—Honestamente, me hubiera sorprendido menos si el contenido de los pergaminos resultase falso —admitió, mientras degustaba un poco de su bebida humeante y miraba hacia la luna amarillenta y brumosa—. Y ese escultor es un sujeto extraño, y muy astuto: Pudo tratar de comprarnos con dinero o con mentiras, pero término convenciéndonos de acceder a su pedido haciendo uso de la verdad y de nuestra curiosidad.
»Viendo la clase de cretino que es, y por lo que hemos visto, parece muy impropio de alguien así utilizar aquel método.
La brisa nocturna soplaba con suavidad, y los alimentos comenzaban a terminarse mientras se hacia un minuto de silencio. Debía de ser obvio para todos que los “como” y los “porque” de su situación eran algo para pensar con suma profundidad.
—¿Qué piensan ustedes sobre sus ancestros? —pregunto con voz suave y serena, rompiendo aquel oscuro silencio—. Porque si es cierto que la historia se repite, entonces esos pergaminos del pasado no están contándonos como somos en el presente, sino como seremos en el futuro.
—De hecho, acepte aquel pergamino sintiéndome un tanto escéptico con respecto a su contenido —confeso, esperando que sus compañeros también aceptaran que estaban frente a una serie de casualidades un tanto surrealista—. Pero contradiciendo lo que esperaba, resultaron ser narraciones autenticas, de una fidelidad casi perturbadora.
Había esperado que aquel sujeto les engañara con una serie de informaciones y promesas falsas, lo típico en aquellos que han amasado mucho dinero. Incluso había imaginado que todo lo relatado en aquel gris pergamino era una épica mentira construida a partir de investigaciones sobre sus perfiles, algo nada difícil para alguien con el suficiente dinero. Sin embargo, pudo comprobar que todo lo allí relatado calzaba a la perfección con los registros de su familia, inclusive llenaba con explicaciones lógicas algunos espacios temporales que habían quedado en blanco. Siempre llevaba en su memoria gran parte de los registros de su familia, al menos lo que había dejado su padre, que abarcaba los últimos doscientos años. Con aquello, no le tomo mucho el darse cuenta de que le estaban ofreciendo algo verdadero.
—Honestamente, me hubiera sorprendido menos si el contenido de los pergaminos resultase falso —admitió, mientras degustaba un poco de su bebida humeante y miraba hacia la luna amarillenta y brumosa—. Y ese escultor es un sujeto extraño, y muy astuto: Pudo tratar de comprarnos con dinero o con mentiras, pero término convenciéndonos de acceder a su pedido haciendo uso de la verdad y de nuestra curiosidad.
»Viendo la clase de cretino que es, y por lo que hemos visto, parece muy impropio de alguien así utilizar aquel método.
La brisa nocturna soplaba con suavidad, y los alimentos comenzaban a terminarse mientras se hacia un minuto de silencio. Debía de ser obvio para todos que los “como” y los “porque” de su situación eran algo para pensar con suma profundidad.
—¿Qué piensan ustedes sobre sus ancestros? —pregunto con voz suave y serena, rompiendo aquel oscuro silencio—. Porque si es cierto que la historia se repite, entonces esos pergaminos del pasado no están contándonos como somos en el presente, sino como seremos en el futuro.