19/07/2017, 16:14
«¡Menudos cobardes!» pensó Datsue, con desprecio, cuando ninguno de los dos aceptó su propuesta. Akame todavía fue más lejos, situándose estratégicamente a su espalda para empujarle e instarle a ir de primero. Mirase como se mirase, aquello era una pésima idea.
—Malditos cobardes —farfulló, indignado, mientras avanzaba un paso. Que luego no le fuesen con milongas con la supuesta profesionalidad de uno o la bravura de los Amerienses. Allí el único que estaba haciendo honor a su sobrenombre era él: Datsue el Intrépido.
«Joder. Joder, joder, joder, joder…» Los pasos de Datsue podían resultar exasperantes: extremadamente lentos, como una vieja tortuga en la arena; además de inseguros, dudando cada vez que daba uno de si dar el siguiente o no, como un joven en plena pubertad tratando de ligar con su amor inconfesable.
El cántico todavía resonaba en su cabeza, y la palabra Susano’o se iba adueñando cada vez más de sus pensamientos. Susano’o, el Dios de la Tormenta y del Mar. ¿Había sido casualidad aquella furiosa tormenta en pleno océano, que se había tragado con ella a nada menos que seis navíos? ¿O aquella especie de conjura tenía algo que ver?
En toda su vida, siempre hubiese respondido negativamente a la última pregunta. En aquellos momentos, sin embargo, le entraban dudas. Unas dudas que seguían reflejándose en sus pasos, tremendamente cautos, que trataban de hacer el mínimo ruido posible mientras le conducían al interior del faro…
«Por favor, Izanagi, padre de todos los Dioses. No dejes que caiga en las garras de tu cruel esposa, sálvame del Yomi y juro… por lo más sagrado, que a partir de ahora me comportaré. Nada de timos, ni más mentiras, ni de aprovecharse de la gente. Seré un buen chico, un chico honorable… Lo juro. Por favor, te lo suplico…»
—Malditos cobardes —farfulló, indignado, mientras avanzaba un paso. Que luego no le fuesen con milongas con la supuesta profesionalidad de uno o la bravura de los Amerienses. Allí el único que estaba haciendo honor a su sobrenombre era él: Datsue el Intrépido.
«Joder. Joder, joder, joder, joder…» Los pasos de Datsue podían resultar exasperantes: extremadamente lentos, como una vieja tortuga en la arena; además de inseguros, dudando cada vez que daba uno de si dar el siguiente o no, como un joven en plena pubertad tratando de ligar con su amor inconfesable.
El cántico todavía resonaba en su cabeza, y la palabra Susano’o se iba adueñando cada vez más de sus pensamientos. Susano’o, el Dios de la Tormenta y del Mar. ¿Había sido casualidad aquella furiosa tormenta en pleno océano, que se había tragado con ella a nada menos que seis navíos? ¿O aquella especie de conjura tenía algo que ver?
En toda su vida, siempre hubiese respondido negativamente a la última pregunta. En aquellos momentos, sin embargo, le entraban dudas. Unas dudas que seguían reflejándose en sus pasos, tremendamente cautos, que trataban de hacer el mínimo ruido posible mientras le conducían al interior del faro…
«Por favor, Izanagi, padre de todos los Dioses. No dejes que caiga en las garras de tu cruel esposa, sálvame del Yomi y juro… por lo más sagrado, que a partir de ahora me comportaré. Nada de timos, ni más mentiras, ni de aprovecharse de la gente. Seré un buen chico, un chico honorable… Lo juro. Por favor, te lo suplico…»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado