¿Torneo? ¡Torneo!

[Inuzuka Nabi]

— Ah, vale, ¡estaba asustada! Pensaba que había malinterpretado tus palabras y nos habíamos desviado porque ya no querías ir al lago conmigo, quizás porque te habías cansado de mí.

— No te preocupes, ya veras que llegamos en nada.

— ¿Y nos podremos bañar en el lago?

— Claro, si quieres, pero, ¿te has traido traje de baño?

Yo ya me había bañado en lagos extraños varias veces pero la gran mayoria de ellos había sido o desnudo o en paños menores y no estaba seguro de que Eri fuera consciente de lo que proponía al proponerlo. La sola idea de que sí fuera consciente me calcinaba las terminaciones nerviosas del bajo vientre.

— Es... Genial. Aquí encuentra uno la tranquilidad... Gracias... Por traerme aquí, Nabi-kun.

Con cada paso que dabamos y con cada centimetro de altura que ganabamos el agua ganaba más vida, bajaba más rápido y se hacía más ancho. Justo llegamos al sitio donde el rio se calmaba del todo porque el suelo rocoso era perfectamente llano, menos por algunos guijarros mal repartidos por ambos lados del agua.

— Perfecto, es por aqui, solo hay que subir esa pared.

Señalé una pared pedregosa que había un poco más adelante, era una pared vertical de la que parecía surgir de debajo de la misma en vez de una gloriosa cascada como sería normal. Desde arriba se veía un pequeño hilo de agua caer recorriendo los conglomerados de roca que formaban la pared, la cual tenía entre cuatro y cinco metros de altura.

— Aún no tengo claro como se formó todo esto, y la verdad es que es raro de cojones. Lo que sí sé es que esa pared se va a caer de un momento a otro, se lo he dicho mil veces a los aldeanos pero ellos están convencidos de que no les pasara nada.

Me pegué con las sandalias a la pared gracias a mi superpoder llamado chakra y empecé a caminar mientras tiraba de la mano de Eri para que me imitase. Al llegar al final del muro la roca quedaría sustituida por una delgada capa de tierra excepto a los alrededores del rio, el cual se había llevado la tierra y dejado solo rocas.

Sin embargo, a dos pasos del rio había verde cesped y a su alrededor se alzaban las casas que conformaban la pequeña aldea del rio saltarín.