20/07/2017, 17:20
Las palabras de la venerable líder de Uzushiogakure se hicieron respetar, el joven de cabello corto y rubio regreso, resignadamente, al lugar que le correspondía, dándole la cara al combate que tenía por delante. Kōtetsu asintió, satisfecho, ya que, para bien o para mal, se iba a poner a prueba como tanto deseaba.
Todo estaba dispuesto para que el espectáculo diera inicio.
El primer movimiento provino del Senju, que, luego de una serie de sellos, se elevo a sí mismo por sobre un muro de roca. El Hakagurē se mantuvo en completa calma, analizando la situación y sus posibles opciones.
“Se ha quedado quieto, ¿estará tratando de atraerme para que pase a la ofensiva?”, pensó mientras escuchaba el tormentoso viento silvar y golpear contra la solidad pared de roca.
Considero la posibilidad de acercarse y atacar, pero su instinto le dijo que era mejor el permanecer tranquilo y tomarse las cosas con calma; Se mantuvo estático, con los brazos colgando y la mirada fija en su oponente, respirando con una serenidad que rayaba en lo perturbador.
Disponiendo de más ganas de luchar que de paciencia, Nabi no tolero la espera y abandono su muro, para acercarse en una especie de ataque frontal.
Kōtetsu sonrió, pues sabía poco sobre su oponente, pero si de algo estaba seguro es que él era mucho más paciente y de que tenía un mejor autocontrol. Esas eran sus armas principales, y haría uso de ellas en cada situación que le fuese posible.
Los diez metros que les separaban le dieron suficiente tiempo como para tomar dos kunais de su porta objetos. Pero no tenía la intención de quedarse esperando la acometida, sino que comenzó a avanzar, como buscando un curso de colisión.
“¡Ahí vamos!”, se dijo, emocionado.
Cuando estuvieron a poco más tres metros de separación, arrojo con rapidez y ligera inclinacion la daga que tenía en la mano izquierda hacia el torso del Senju, mientras se frenaba y empuñaba la otra con fuerza, en espera de la reacción de su rival.
Todo estaba dispuesto para que el espectáculo diera inicio.
El primer movimiento provino del Senju, que, luego de una serie de sellos, se elevo a sí mismo por sobre un muro de roca. El Hakagurē se mantuvo en completa calma, analizando la situación y sus posibles opciones.
“Se ha quedado quieto, ¿estará tratando de atraerme para que pase a la ofensiva?”, pensó mientras escuchaba el tormentoso viento silvar y golpear contra la solidad pared de roca.
Considero la posibilidad de acercarse y atacar, pero su instinto le dijo que era mejor el permanecer tranquilo y tomarse las cosas con calma; Se mantuvo estático, con los brazos colgando y la mirada fija en su oponente, respirando con una serenidad que rayaba en lo perturbador.
Disponiendo de más ganas de luchar que de paciencia, Nabi no tolero la espera y abandono su muro, para acercarse en una especie de ataque frontal.
Kōtetsu sonrió, pues sabía poco sobre su oponente, pero si de algo estaba seguro es que él era mucho más paciente y de que tenía un mejor autocontrol. Esas eran sus armas principales, y haría uso de ellas en cada situación que le fuese posible.
Los diez metros que les separaban le dieron suficiente tiempo como para tomar dos kunais de su porta objetos. Pero no tenía la intención de quedarse esperando la acometida, sino que comenzó a avanzar, como buscando un curso de colisión.
“¡Ahí vamos!”, se dijo, emocionado.
Cuando estuvieron a poco más tres metros de separación, arrojo con rapidez y ligera inclinacion la daga que tenía en la mano izquierda hacia el torso del Senju, mientras se frenaba y empuñaba la otra con fuerza, en espera de la reacción de su rival.