24/07/2017, 02:47
(Última modificación: 31/07/2017, 19:47 por Hanamura Kazuma.)
El clon de roca había encontrado su fin en la punta del kunai del Hakagurē, quien no pudo sino esbozar una sonrisa al escuchar la reacción del chico rubio. Al público pareció hacerle cierta gracia aquella reacción melodramática, pero las risas no llegaron a manifestarse, pues ambos muchachos se arrojaron a la siguiente escena de aquella violenta obra.
“Ahí viene, y parece que esta vez se lo tomara enserio”, se dijo a sí mismo.
El Senju bajo del muro con un rápido brinco, y con la misma velocidad se encamino hacia su oponente, al tiempo que realizaba una perfecta secuencia de sellos. Kōtetsu se puso en alerta en cuanto vio sus intenciones de usar algún ninjutsu, por lo que guardo su kunai y llevo su mano hacia la empuñadura del sable que descansaba en su espalda. Se mantuvo agachado, y en aquella posición comenzó a acumular chakra, en preparación para su respuesta, pues bien podía esquivar la técnica rival, pero estaba decidido a hacerle frente con todo lo que tenía.
Su oponente se le adelanto, y procedió a desatar todo el poder del elemento tierra: El suelo por debajo de la arena comenzó retorcerse sobre sí mismo, rompiéndose y temblando con violencia, mientras que en la plataforma se formaba una enorme grieta que, como si mandíbulas fuesen, avanzaba hacia el ojos grises, escupiendo fragmentos de piedra y madera a la vez que amenazaba con engullirlo si conseguía darle alcance. Aquel ataque, de gran potencia, termino avanzando con mayor velocidad de lo esperado por el peliblanco. Sumado a aquello estaba el hecho de su falta de experiencia, que termino por pasarle factura en el peor de los momentos, como suele ocurrirle a los más valientes novatos: El chakra se acumulaba en su espada mucho más lento de lo que había previsto, por lo que, cuando era ya demasiado tarde, se hizo consciente de que no podría contestar la ofensiva que se cernía sobre él, es más, se vería engullido por la misma.
El impacto fue directo y contundente; se vio atrapado en una ráfaga emergente formada por gran cantidad de piedras y fragmentos que le azotaron sin compasión. El publico dejo escapar una exclamación ahogada, mientras él se veía zarandeado por aquel estremecimiento del suelo.
“Bueno, al menos parece que sigo con vida”, pensó, en cuanto sintió que el ataque había culminado.
Aun se sentía sereno, aunque puede que fuese por la sacudida que aun nublaba sus sentidos. Sin embargo, no le tomo mucho el comenzar a notar los múltiples focos de dolor que se iban manifestando a lo largo de su cuerpo. Sabiendo que el estar consciente indicaba que el combate no había terminado, se levanto lenta y torpemente, para tratar de localizar a su oponente. Cerca de si vio tirada su espada, tan inmaculada e invulnerable como siempre, a diferencia de él.
“Otro de esos y tendrán que sacarme del estadio en ataúd”. Y aquel pensamiento le hizo cierta gracia, pese a estarse viendose a sí mismo, cubierto de númerosos cortes y magulladuras.
“Ahí viene, y parece que esta vez se lo tomara enserio”, se dijo a sí mismo.
El Senju bajo del muro con un rápido brinco, y con la misma velocidad se encamino hacia su oponente, al tiempo que realizaba una perfecta secuencia de sellos. Kōtetsu se puso en alerta en cuanto vio sus intenciones de usar algún ninjutsu, por lo que guardo su kunai y llevo su mano hacia la empuñadura del sable que descansaba en su espalda. Se mantuvo agachado, y en aquella posición comenzó a acumular chakra, en preparación para su respuesta, pues bien podía esquivar la técnica rival, pero estaba decidido a hacerle frente con todo lo que tenía.
Su oponente se le adelanto, y procedió a desatar todo el poder del elemento tierra: El suelo por debajo de la arena comenzó retorcerse sobre sí mismo, rompiéndose y temblando con violencia, mientras que en la plataforma se formaba una enorme grieta que, como si mandíbulas fuesen, avanzaba hacia el ojos grises, escupiendo fragmentos de piedra y madera a la vez que amenazaba con engullirlo si conseguía darle alcance. Aquel ataque, de gran potencia, termino avanzando con mayor velocidad de lo esperado por el peliblanco. Sumado a aquello estaba el hecho de su falta de experiencia, que termino por pasarle factura en el peor de los momentos, como suele ocurrirle a los más valientes novatos: El chakra se acumulaba en su espada mucho más lento de lo que había previsto, por lo que, cuando era ya demasiado tarde, se hizo consciente de que no podría contestar la ofensiva que se cernía sobre él, es más, se vería engullido por la misma.
El impacto fue directo y contundente; se vio atrapado en una ráfaga emergente formada por gran cantidad de piedras y fragmentos que le azotaron sin compasión. El publico dejo escapar una exclamación ahogada, mientras él se veía zarandeado por aquel estremecimiento del suelo.
“Bueno, al menos parece que sigo con vida”, pensó, en cuanto sintió que el ataque había culminado.
Aun se sentía sereno, aunque puede que fuese por la sacudida que aun nublaba sus sentidos. Sin embargo, no le tomo mucho el comenzar a notar los múltiples focos de dolor que se iban manifestando a lo largo de su cuerpo. Sabiendo que el estar consciente indicaba que el combate no había terminado, se levanto lenta y torpemente, para tratar de localizar a su oponente. Cerca de si vio tirada su espada, tan inmaculada e invulnerable como siempre, a diferencia de él.
“Otro de esos y tendrán que sacarme del estadio en ataúd”. Y aquel pensamiento le hizo cierta gracia, pese a estarse viendose a sí mismo, cubierto de númerosos cortes y magulladuras.