25/07/2017, 17:50
(Última modificación: 25/07/2017, 18:51 por Uchiha Datsue.)
Tenía miedo, tanto que no podía ni moverse, paralizado como una mariposa en una tela de araña. Pero entonces le oyó: una risa rota y decadente, que fue ganando en intensidad y excentricidad, pero que lejos de asustarle, lejos de aterrarle todavía más, le tranquilizó. Le contagió.
De pronto sintió que sus labios se curvaban en una sonrisa macabra, y así se vio reflejado en los ojos de Akame, tan rojos como los suyos propios. Ambos sentían la llamada de la luna, que en un mudo cántico les seducía como las sirenas a los marineros.
La luna, grande y roja sobre un cielo tan negro como las entrañas del Yomi. Alguien normal hubiese pensado que se trataba del reflejo del mismísimo Tsukiyomi. Alguien con poca vista, que se trataba de Amateratsu, confundiendo el tono rojizo que había adquirido con el sol. Uchiha Datsue no era ni una cosa ni la otra, y por eso conocía la verdad. Él —y ahora lo sabía—, tenía la sangre de Uchiha Hazama corriendo por sus venas, insuflándole la ambición necesaria por recuperar lo que le pertenecía: el mundo. Él tenía sus ojos, y por eso lo sabía: aquel era Susano’o, invitándoles a un festín para celebrar las buenas noticias: el Dios de las Tormentas, al igual que haría Datsue, había cogido lo que le pertenecía. Y por eso estaba bañado en sangre. Y por eso estaba en el antiguo hogar de sus difuntos hermanos. Su nuevo hogar.
Susano’o nunca había visto con buenos ojos compartir el reino heredado por su padre con sus dos hermanos. Pero había sido paciente. Paciente como el mar, que con el paso de los siglos va labrando la forma que quiere en la piedra del acantilado contra el que se estampa. Y su paciencia había obtenido resultados: Izanagi se había retirado, tomándose un descanso divino. Su padre era lo único que le había detenido hasta entonces. Pero ahora ya no estaba. Ahora…
El Uchiha dio un paso sobre la barandilla. Luego otro, irguiéndose sobre ella con los dos pies, y los brazos en alto, como si quisiese abrazar la luna. Quería llegar hasta ella. Quería ser el primero en felicitar al Único Dios Verdadero. Quería ser bendecido y ser tomado como hijo adoptivo…
Bajo él, una caída de más de quince metros. No temió. No caería. Susano'o le sostendría. O, mejor dicho, su...
—Padre...
De pronto sintió que sus labios se curvaban en una sonrisa macabra, y así se vio reflejado en los ojos de Akame, tan rojos como los suyos propios. Ambos sentían la llamada de la luna, que en un mudo cántico les seducía como las sirenas a los marineros.
La luna, grande y roja sobre un cielo tan negro como las entrañas del Yomi. Alguien normal hubiese pensado que se trataba del reflejo del mismísimo Tsukiyomi. Alguien con poca vista, que se trataba de Amateratsu, confundiendo el tono rojizo que había adquirido con el sol. Uchiha Datsue no era ni una cosa ni la otra, y por eso conocía la verdad. Él —y ahora lo sabía—, tenía la sangre de Uchiha Hazama corriendo por sus venas, insuflándole la ambición necesaria por recuperar lo que le pertenecía: el mundo. Él tenía sus ojos, y por eso lo sabía: aquel era Susano’o, invitándoles a un festín para celebrar las buenas noticias: el Dios de las Tormentas, al igual que haría Datsue, había cogido lo que le pertenecía. Y por eso estaba bañado en sangre. Y por eso estaba en el antiguo hogar de sus difuntos hermanos. Su nuevo hogar.
Susano’o nunca había visto con buenos ojos compartir el reino heredado por su padre con sus dos hermanos. Pero había sido paciente. Paciente como el mar, que con el paso de los siglos va labrando la forma que quiere en la piedra del acantilado contra el que se estampa. Y su paciencia había obtenido resultados: Izanagi se había retirado, tomándose un descanso divino. Su padre era lo único que le había detenido hasta entonces. Pero ahora ya no estaba. Ahora…
El Uchiha dio un paso sobre la barandilla. Luego otro, irguiéndose sobre ella con los dos pies, y los brazos en alto, como si quisiese abrazar la luna. Quería llegar hasta ella. Quería ser el primero en felicitar al Único Dios Verdadero. Quería ser bendecido y ser tomado como hijo adoptivo…
Bajo él, una caída de más de quince metros. No temió. No caería. Susano'o le sostendría. O, mejor dicho, su...
—Padre...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado