25/07/2017, 20:07
(Última modificación: 25/07/2017, 20:13 por Umikiba Kaido.)
De pronto, la cumbre de aquel faro les recibió con su único espectador; una luna de desorbitadas proporciones que iluminaba el maltrecho balcón que hacía de hogar para el decrépito viejo de ojos vendados, quien al saberse conocedor de la llegada de sus ansiados invitados, calló su cántico en súbito y dejó que un silencio sepulcral les abrazara con fraternidad. El viento sopló, agudo y frío sobre los presentes, y al instante, el anciano comenzó a reír en escalada hasta que su gesto se convirtió en una carcajada tétrica y desproporcionada, tan fuera de sí que daba la sensación que la vieja cordura, un tanto resignada, había abandonado al viejo decrépito décadas atrás.
Un severo escalofrío inundó al gyojin, y le hizo temer. Pero lejos de tener el mismo efecto en sus compañeros, a ellos pareció invadirles algún falso sentido de tranquilidad, y reaccionaron como poco se habría de esperar. De hecho, con aquella carcajada, los ojos de Akame se tintaron de rojo; y ambos Uchiha comenzaron a avanzar al unísono, con sus manos en alza y saludando a la enorme luna que les observaba tan de cerca. Un paso tras otro, hasta que se ambos dieron con las afueras del balcón.
—Ey, cabrones. ¿Qué coño hacen? —les preguntó, incrédulo. Y hasta ese entonces, Kaido no comprendía lo que estaba pasando, hasta que se percató de cómo los Uchiha ignoraron completamente el espacio por donde transitaban, perdidos y sumidos en aquel magistral orbe plateado. Ahí entendió que, por alguna razón, sus dos compañeros habrían sido sugestionados, probablemente, por algo o alguien. Y que, por la razón que fuera, ahora mismo no eran conscientes de su entorno. Ni de los peligros que acechaban detrás de la baranda que habrían querido saltar—. ¡maldita sea, despierten!
Su grito desesperado no sólo fue eso, una simple advertencia. No, el gyojin se vio en la imperante necesidad de hacer algo por sus compañeros, que ignorando la larga caída delante suyo, intentaban pasar por encima de la baranda del balcón. Kaido, no obstante, tenía otros planes para ellos: y es que antes de que Akame pudiera pasar la otra pierna, ya el escualo se encontraba tomándole por el cuello de la camisa con la mano izquierda, y usando la fuerza de dicha extremidad para halar hacia él. Con suerte, aquel impulso habría sido suficiente para tirarle al suelo y ganar algo de tiempo para ocuparse de Datsue.
Datsue, sin embargo, le llevaba algo de ventaja. Y con ella, necesitaría de sus genes, del agua que le representa; la cuál usó para inflar su brazo derecho, y envolver el cuello del segundo Uchiha en una potente llave a nivel del pecho. Tendría que obligarle a regresar ambos pies por detrás de la baranda.
Si quería morir tan fácilmente, tendría que hacerlo despierto. No fuera de sí.
—¡Akame, despierta, hijo de puta!
Un severo escalofrío inundó al gyojin, y le hizo temer. Pero lejos de tener el mismo efecto en sus compañeros, a ellos pareció invadirles algún falso sentido de tranquilidad, y reaccionaron como poco se habría de esperar. De hecho, con aquella carcajada, los ojos de Akame se tintaron de rojo; y ambos Uchiha comenzaron a avanzar al unísono, con sus manos en alza y saludando a la enorme luna que les observaba tan de cerca. Un paso tras otro, hasta que se ambos dieron con las afueras del balcón.
—Ey, cabrones. ¿Qué coño hacen? —les preguntó, incrédulo. Y hasta ese entonces, Kaido no comprendía lo que estaba pasando, hasta que se percató de cómo los Uchiha ignoraron completamente el espacio por donde transitaban, perdidos y sumidos en aquel magistral orbe plateado. Ahí entendió que, por alguna razón, sus dos compañeros habrían sido sugestionados, probablemente, por algo o alguien. Y que, por la razón que fuera, ahora mismo no eran conscientes de su entorno. Ni de los peligros que acechaban detrás de la baranda que habrían querido saltar—. ¡maldita sea, despierten!
Su grito desesperado no sólo fue eso, una simple advertencia. No, el gyojin se vio en la imperante necesidad de hacer algo por sus compañeros, que ignorando la larga caída delante suyo, intentaban pasar por encima de la baranda del balcón. Kaido, no obstante, tenía otros planes para ellos: y es que antes de que Akame pudiera pasar la otra pierna, ya el escualo se encontraba tomándole por el cuello de la camisa con la mano izquierda, y usando la fuerza de dicha extremidad para halar hacia él. Con suerte, aquel impulso habría sido suficiente para tirarle al suelo y ganar algo de tiempo para ocuparse de Datsue.
Datsue, sin embargo, le llevaba algo de ventaja. Y con ella, necesitaría de sus genes, del agua que le representa; la cuál usó para inflar su brazo derecho, y envolver el cuello del segundo Uchiha en una potente llave a nivel del pecho. Tendría que obligarle a regresar ambos pies por detrás de la baranda.
Si quería morir tan fácilmente, tendría que hacerlo despierto. No fuera de sí.
—¡Akame, despierta, hijo de puta!