27/07/2017, 18:21
(Última modificación: 27/07/2017, 18:23 por Umikiba Kaido.)
Nada le detuvo a él de completar su objetivo: retirar las vendas que cubrían los ojos del anciano, quien no sólo había demostrado en varias ocasiones que podía observar claramente aún con la tela tapándole la vista, sino que también era claramente consciente de su entorno, y de quienes le rodeaban.
Por esa razón, fue incluso más impactante el hecho de que ahí, en donde debían estar los globos oculares, hubiese nada. Sólo un vacío siniestro que Kaido también sintió poco después en el pecho, y un par de piedrecillas, además, de marfil. Religiosamente adornadas con dos circunferencias, y un minucioso punto en el centro de ambas, de color sangre.
Mejor dicho, era sangre.
El ya no tan valiente Hōzuki trastabilló en sus pasos, atónito. La perplejidad y el desconocimiento de lo que ahí estaba sucediendo le obligó a alejarse a paso lento, como si creyese con certeza de que aquel anciano se iba a levantar en cualquier momento a arrebatarle la vida, a succionarle el alma a través de aquellos místicos orbes rodeados de un antinatural capa de chakra. Y así lo intentó, aunque su avance se vio detenido por su propio cuerpo, que ya víctima del ingobernable paso del tiempo, le había vuelto físicamente débil e incapacitado.
Por supuesto que, cuando él cayó al suelo, así también lo hicieron Akame y Datsue. Y éste último, impulsado por una repentina "genialidad", decidió llevar sus fauces hasta la pantorrilla de Akame, y morderle.
El escualo era el único, sin embargo, que desligado de la magia que les unía a los tres, podía moverse a placer. Por ello se acercó, aprovechando el lento avance del anciano, y le tomó por la parte posterior de sus prendas, sujetándole la cintura con el peso de su rodilla.
—Espera, Datsue, ¿qué coño haces? —clamó—. prueben algo, ¿os podéis mover?
Su teoría era que, quizás, el vínculo sólo sirviese para daños de fuerza bruta. Tal vez, si sólo sostenía al anciano, y ellos pudieran moverse; tendrían una solución a mediano plazo.
Por esa razón, fue incluso más impactante el hecho de que ahí, en donde debían estar los globos oculares, hubiese nada. Sólo un vacío siniestro que Kaido también sintió poco después en el pecho, y un par de piedrecillas, además, de marfil. Religiosamente adornadas con dos circunferencias, y un minucioso punto en el centro de ambas, de color sangre.
Mejor dicho, era sangre.
El ya no tan valiente Hōzuki trastabilló en sus pasos, atónito. La perplejidad y el desconocimiento de lo que ahí estaba sucediendo le obligó a alejarse a paso lento, como si creyese con certeza de que aquel anciano se iba a levantar en cualquier momento a arrebatarle la vida, a succionarle el alma a través de aquellos místicos orbes rodeados de un antinatural capa de chakra. Y así lo intentó, aunque su avance se vio detenido por su propio cuerpo, que ya víctima del ingobernable paso del tiempo, le había vuelto físicamente débil e incapacitado.
Por supuesto que, cuando él cayó al suelo, así también lo hicieron Akame y Datsue. Y éste último, impulsado por una repentina "genialidad", decidió llevar sus fauces hasta la pantorrilla de Akame, y morderle.
El escualo era el único, sin embargo, que desligado de la magia que les unía a los tres, podía moverse a placer. Por ello se acercó, aprovechando el lento avance del anciano, y le tomó por la parte posterior de sus prendas, sujetándole la cintura con el peso de su rodilla.
—Espera, Datsue, ¿qué coño haces? —clamó—. prueben algo, ¿os podéis mover?
Su teoría era que, quizás, el vínculo sólo sirviese para daños de fuerza bruta. Tal vez, si sólo sostenía al anciano, y ellos pudieran moverse; tendrían una solución a mediano plazo.