28/07/2017, 22:23
Y como si aquel bosque no fuese lo suficientemente tenebroso por sí sólo, el desolado pueblo no tenía intención alguna de causar sensaciones tan o peores que la que habrían podido sentir los genin durante su travesía al faro. No, el fortuito silencio que abrazaba a las calles era incluso más desesperante, teniendo en cuenta la gran cantidad de hogares construidos a lo largo y ancho del pueblo. La simple posibilidad de que aquello fuera una simple charada visual para los visitantes —panorama que, de buenas a primeras, daba la sensación de que se trataba de una isla común y corriente— le crispaba los nervios.
Le era imposible no pensar que todo era parte de un juego macabro. Un juego del que no se sentía parte, claro está, al tener en cuenta el poco interés que podrían tener para con él, que no era un Uchiha.
Y hablando de Uchiha, fue el más resuelto, Akame; quien tomó el liderato de la expedición en ésta particular ocasión. Con la prisa de un preso urgido para escapar de la milla verde, pero con el sigilo necesario como para que no le pillasen en el intento, la comitiva shinobi se sumergió en el corazón del pueblo, en búsqueda de aquella casa de la que hablaba Datsue, donde una vez allí; pudieron comprobar que no había rastro alguno de ninguna cabra.
Datsue arrojó una teoría, y Akame peinó el área.
Luego, el primero le increpó a Kaido sobre responsabilidad que tendría él de ser el arrojado suicida, teniendo en cuenta las limitaciones que podrían sufrir ellos, de nuevo, como en el faro. El escualo vistió su rostro de su cara más seria, de aquellas que eligen tener los jugadores profesionales de Shogi, y se le acercó, a paso lento.
—¿y cómo vamos a entrar, si todo está cerrado? —y aunque quiso decir aquello con credibilidad, lo cierto es que él y sólo él tenía la habilidad de adentrarse en la soledad de la casa número siete sin hacer demasiado alboroto. ¿Pero por qué lo haría, de gratis, y por dos extranjeros a los que apenas conocía?
«Que les den»
Le era imposible no pensar que todo era parte de un juego macabro. Un juego del que no se sentía parte, claro está, al tener en cuenta el poco interés que podrían tener para con él, que no era un Uchiha.
Y hablando de Uchiha, fue el más resuelto, Akame; quien tomó el liderato de la expedición en ésta particular ocasión. Con la prisa de un preso urgido para escapar de la milla verde, pero con el sigilo necesario como para que no le pillasen en el intento, la comitiva shinobi se sumergió en el corazón del pueblo, en búsqueda de aquella casa de la que hablaba Datsue, donde una vez allí; pudieron comprobar que no había rastro alguno de ninguna cabra.
Datsue arrojó una teoría, y Akame peinó el área.
Luego, el primero le increpó a Kaido sobre responsabilidad que tendría él de ser el arrojado suicida, teniendo en cuenta las limitaciones que podrían sufrir ellos, de nuevo, como en el faro. El escualo vistió su rostro de su cara más seria, de aquellas que eligen tener los jugadores profesionales de Shogi, y se le acercó, a paso lento.
—¿y cómo vamos a entrar, si todo está cerrado? —y aunque quiso decir aquello con credibilidad, lo cierto es que él y sólo él tenía la habilidad de adentrarse en la soledad de la casa número siete sin hacer demasiado alboroto. ¿Pero por qué lo haría, de gratis, y por dos extranjeros a los que apenas conocía?
«Que les den»