29/07/2017, 16:24
—De todas formas no necesitan responder ahora —señalo, casi dejando escapar un bostezo—. Piénsenlo y mañana me dirán si están de acuerdo o no, o si tiene una propuesta mejor.
Después de aquella frase, el escualo estuvo a punto de levantarse y romperle la cara a hostias de panadero. Porque, estaba hastiado. Hastiado de esperar, de tomarse todo con calma. De no tomar riesgos. Todo era esperar, esperar y esperar. ¿Y si no había un mañana? ¿Y si los enemigos de Satomu atacaban en plena noche?
Kaido fue el primero en levantarse, incluso antes de que Kotetsu pudiera despedirse. Salió cagando perjuras de la habitación, y casi podían jurar que se fue con la vena llena de ira marcándole la frente. No sería una noche tranquila para él, sin duda alguna.
El gyojin hizo acto de presencia en la galería, pasando burdamente de los detalles artísticos de la habitación y de sus obras. Se plantó en un lugar adecuado, y sin mediar mucha palabra; aguardó, en espera de que Satomu se dignase a aparecer con su lienzo erguido y con el pincel en ristre. O con el cincel, en caso de que fuera a esculpir piedra. Fuera cual fuera su arte de mierda, Kaido quería que lo hiciera ya.
Yarou-dono estaba cerca, aunque fuera de la habitación. Vigilante, siempre atento a su alrededor. Y a su pupilo.
Después de aquella frase, el escualo estuvo a punto de levantarse y romperle la cara a hostias de panadero. Porque, estaba hastiado. Hastiado de esperar, de tomarse todo con calma. De no tomar riesgos. Todo era esperar, esperar y esperar. ¿Y si no había un mañana? ¿Y si los enemigos de Satomu atacaban en plena noche?
Kaido fue el primero en levantarse, incluso antes de que Kotetsu pudiera despedirse. Salió cagando perjuras de la habitación, y casi podían jurar que se fue con la vena llena de ira marcándole la frente. No sería una noche tranquila para él, sin duda alguna.
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El gyojin hizo acto de presencia en la galería, pasando burdamente de los detalles artísticos de la habitación y de sus obras. Se plantó en un lugar adecuado, y sin mediar mucha palabra; aguardó, en espera de que Satomu se dignase a aparecer con su lienzo erguido y con el pincel en ristre. O con el cincel, en caso de que fuera a esculpir piedra. Fuera cual fuera su arte de mierda, Kaido quería que lo hiciera ya.
Yarou-dono estaba cerca, aunque fuera de la habitación. Vigilante, siempre atento a su alrededor. Y a su pupilo.