29/07/2017, 16:35
Incluso en mitad de aquella noche tenebrosa, metidos hasta el cuello en un barril de mierda y habiendo sido poseídos de forma totalmente inexplicable, el de Ame todavía encontró la forma de hacer uno de sus chistes. Akame no pudo evitar curvar la comisura de sus labios en una sonrisa, aunque duró poco. Tanto como tardó en recordar que estaban atrapados en una isla dejada de la mano de los dioses y que había alguien —o alguienes— que eran capaz de controlarlos a él y a Datsue como si fuesen muñecos de trapo.
La ventana crujió ligeramente al ceder ante la fuerza de Kaido, y el Gyojin se introdujo en la casa...
El interior estaba oscuro y no distaba mucho de lo que podría esperarse de una casa normal y corriente. Muebles, algunas estanterías y demás mobiliario. La habitación en la que se encontraba Kaido parecía un cuarto trastero, o un almacén de chismes, pues había un par de pilas de cajas de madera bastante grandes arrinconadas junto a la pared del lado derecho. Frente a él, una puerta abierta que daba a un pasillo y, al final de éste, el hueco de unas escaleras que descendían hasta que lo sería, presumiblemente, un sótano. Llamaría la atención del Gyojin la tenue luz amarillenta que subía desde ese hueco junto con unos cánticos sumamente parecidos a los que escucharan hacía un rato, en el faro.
Sin embargo, para el amenio el sigilo era todavía una asignatura mejorable. Al intentar moverse emitió un crujido más que audible y la respuesta no se hizo esperar. Desde su habitación, al otro lado del pasillo, Kaido pudo ver cómo una figura ataviada con una túnica negra con capucha subía las escaleras y empezaba a mirar alrededor, buscando el origen del sonido. Poco después, el encapuchado se dirigiría hacia la habitación donde estaba Kaido, al advertir que la ventana estaba abierta.
La ventana crujió ligeramente al ceder ante la fuerza de Kaido, y el Gyojin se introdujo en la casa...
El interior estaba oscuro y no distaba mucho de lo que podría esperarse de una casa normal y corriente. Muebles, algunas estanterías y demás mobiliario. La habitación en la que se encontraba Kaido parecía un cuarto trastero, o un almacén de chismes, pues había un par de pilas de cajas de madera bastante grandes arrinconadas junto a la pared del lado derecho. Frente a él, una puerta abierta que daba a un pasillo y, al final de éste, el hueco de unas escaleras que descendían hasta que lo sería, presumiblemente, un sótano. Llamaría la atención del Gyojin la tenue luz amarillenta que subía desde ese hueco junto con unos cánticos sumamente parecidos a los que escucharan hacía un rato, en el faro.
Sin embargo, para el amenio el sigilo era todavía una asignatura mejorable. Al intentar moverse emitió un crujido más que audible y la respuesta no se hizo esperar. Desde su habitación, al otro lado del pasillo, Kaido pudo ver cómo una figura ataviada con una túnica negra con capucha subía las escaleras y empezaba a mirar alrededor, buscando el origen del sonido. Poco después, el encapuchado se dirigiría hacia la habitación donde estaba Kaido, al advertir que la ventana estaba abierta.