29/07/2017, 19:04
Paso tras paso, aún en su forma cambiante, Kaido pudo comprobar que el hombre se había adentrado ya en la habitación. Intentó no moverse, mantener su subterfugio; y esperar a que sus compañeros no se dejasen ver por el curioso tipo de la túnica.
«Estoy bien, estoy bien. Tranquilo, escualo de mierda, tranquilo; eres un ninja. Los ninjas pasan por éste tipo de situaciones todo el tiempo. Los shinobi, y más nosotros de Amegakure, nos preparamos para enfrentar estos miedos. Y derrotarlos. ¿Verdad? sí, vamos; haz honor al buen par de cojones azules que tienes. Vas a volver a tu tierra mojada sin haber mojado tus pantalones como la marica de Datsue. Tú... tú pued..»
Su pensamiento se atragantó en los rincones de su mente, al percatarse de cómo, súbitamente, el cuerpo del de la túnica comenzaba a tiritar ahí sobre el marco de la ventana. Con el pescuezo afuera, asomado, Kaido sintió aún y estando a espaldas de la escena, el cómo la tráquea de aquel hombre se debatía en una furiosa lucha contra el hierro que, de mano de Akame, yacía intruso en el interior de su garganta. La sangre que por allí corría se vio obligada a salir a borbotones, mojando el brazo de aquel que sesgó la vida de su enemigo.
Pronto, aquella lucha concluiría, con el metal rajando los últimos pedazos de carne antes de salir de su víctima. Luego, Akame asomó la cabeza, y le buscó con la mirada.
Un ligero pluf inundó el área de las cajas, y tras una rápida estela de humo blanco, Kaido salió de su escondite, irguiendo el cuerpo con la quijada casi desencajada por la impresión.
—Mierda, Akame; ¿estás bien? —indagó, mientras se acercaba a la ventana, intercalando su mirada entre su posición y el largo pasillo que daba al sótano—. quitémosle la túnica, no será que...
Estaba claro que lo único que les quedaba era ver de quién se trataba, o de si resultaba ser un rostro conocido.
«Estoy bien, estoy bien. Tranquilo, escualo de mierda, tranquilo; eres un ninja. Los ninjas pasan por éste tipo de situaciones todo el tiempo. Los shinobi, y más nosotros de Amegakure, nos preparamos para enfrentar estos miedos. Y derrotarlos. ¿Verdad? sí, vamos; haz honor al buen par de cojones azules que tienes. Vas a volver a tu tierra mojada sin haber mojado tus pantalones como la marica de Datsue. Tú... tú pued..»
Su pensamiento se atragantó en los rincones de su mente, al percatarse de cómo, súbitamente, el cuerpo del de la túnica comenzaba a tiritar ahí sobre el marco de la ventana. Con el pescuezo afuera, asomado, Kaido sintió aún y estando a espaldas de la escena, el cómo la tráquea de aquel hombre se debatía en una furiosa lucha contra el hierro que, de mano de Akame, yacía intruso en el interior de su garganta. La sangre que por allí corría se vio obligada a salir a borbotones, mojando el brazo de aquel que sesgó la vida de su enemigo.
Pronto, aquella lucha concluiría, con el metal rajando los últimos pedazos de carne antes de salir de su víctima. Luego, Akame asomó la cabeza, y le buscó con la mirada.
Un ligero pluf inundó el área de las cajas, y tras una rápida estela de humo blanco, Kaido salió de su escondite, irguiendo el cuerpo con la quijada casi desencajada por la impresión.
—Mierda, Akame; ¿estás bien? —indagó, mientras se acercaba a la ventana, intercalando su mirada entre su posición y el largo pasillo que daba al sótano—. quitémosle la túnica, no será que...
Estaba claro que lo único que les quedaba era ver de quién se trataba, o de si resultaba ser un rostro conocido.