30/07/2017, 22:03
Entre los gritos, el humo, el fuego y la sangre, los ninja consiguieron poco a poco abrirse paso.
Akame abrió tanto los ojos que creyó que estaban a punto de salírsele de las órbitas cuando vió cómo uno de los sectarios apuñalaba a Kaido directamente en el pecho. No sólo eso, sino que el cuchillo herrumbroso se hundía en el cuerpo del shinobi, y el brazo del sectario tras de él. «Por todos los dioses de Oonindo, ¿qué clase de técnica es esa?» El chakra del Tiburón se arremolinaba y fluía alrededor de su torso, allí donde la carne se había convertido en... ¿Agua?
El Uchiha no tuvo lugar para observar mucho más. Mientras Kaido destrozaba el cuello y la cara de su enemigo con un mordisco y una puñalada que le dejó su propio rostro cubierto de sangre y carne, él y Datsue abrían el camino hacia la ruta de escape. El timonel, por su parte, trastabilló hasta las escaleras mientras los dos Uchiha escupían abrasadoras llamas hacia los sectarios para convertir aquel sótano en un infierno. El suelo prendió allí donde había inscripciones, probablemente debido a que se habían usado productos inflamables, y en pocos instantes la habitación se llenó de vapores tóxicos y fuego.
—¡Akame, ya!
La voz de Datsue a sus espaldas le advirtió de la maniobra que pensaba ejecutar. Akame le dedicó una última mirada a la guardaespaldas, que movía los labios sin parar y contorsionaba su rostro con ira para escupir insultos quie nadie podía oír por encima del caos. Él se dio media vuelta y corrió hacia el hueco de las escaleras. Al llegar, empujó al timonel hacia arriba y lo arrastró con la mano diestra al sobrepasarle en la subida.
Llegaron al piso superior justo después de que Datsue descargase su furia Uchiha sobre los enemigos. Desde arriba Akame pudo ver cómo el sótano ardía sin piedad mientras Kaido y su compañero de Villa escapaban por donde momentos antes lo había hecho él.
Los bramidos de dolor de los sectarios y de la guardaespaldas llenaron el ambiente. Akame no miró atrás otra vez, sino que agarró al marinero y echó a correr hacia la ventana por la que habían entrado. Al llegar, apartó el cadáver de la sectaria de una patada, abrió la ventana e indicó al timonel que saliera primero. El tipo obedeció, dando tumbos, y torpemente consiguió salir.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
Nada más poner un pie fuera de la casa, el Uchiha se concedió un pequeño lujo; un instante de descanso. El pecho le ardía, igual que la garganta, y al inspirar el aire fresco de la noche notó un ligero alivio. Le dolían todos los músculos del cuerpo, producto de la tensión y el repentino gasto de chakra. Se permitió relajarse un momento...
Justo antes de alzar la mirada y ver que en el interior de las casas de alrededor empezaban a encenderse luces.
Akame abrió tanto los ojos que creyó que estaban a punto de salírsele de las órbitas cuando vió cómo uno de los sectarios apuñalaba a Kaido directamente en el pecho. No sólo eso, sino que el cuchillo herrumbroso se hundía en el cuerpo del shinobi, y el brazo del sectario tras de él. «Por todos los dioses de Oonindo, ¿qué clase de técnica es esa?» El chakra del Tiburón se arremolinaba y fluía alrededor de su torso, allí donde la carne se había convertido en... ¿Agua?
El Uchiha no tuvo lugar para observar mucho más. Mientras Kaido destrozaba el cuello y la cara de su enemigo con un mordisco y una puñalada que le dejó su propio rostro cubierto de sangre y carne, él y Datsue abrían el camino hacia la ruta de escape. El timonel, por su parte, trastabilló hasta las escaleras mientras los dos Uchiha escupían abrasadoras llamas hacia los sectarios para convertir aquel sótano en un infierno. El suelo prendió allí donde había inscripciones, probablemente debido a que se habían usado productos inflamables, y en pocos instantes la habitación se llenó de vapores tóxicos y fuego.
—¡Akame, ya!
La voz de Datsue a sus espaldas le advirtió de la maniobra que pensaba ejecutar. Akame le dedicó una última mirada a la guardaespaldas, que movía los labios sin parar y contorsionaba su rostro con ira para escupir insultos quie nadie podía oír por encima del caos. Él se dio media vuelta y corrió hacia el hueco de las escaleras. Al llegar, empujó al timonel hacia arriba y lo arrastró con la mano diestra al sobrepasarle en la subida.
Llegaron al piso superior justo después de que Datsue descargase su furia Uchiha sobre los enemigos. Desde arriba Akame pudo ver cómo el sótano ardía sin piedad mientras Kaido y su compañero de Villa escapaban por donde momentos antes lo había hecho él.
Los bramidos de dolor de los sectarios y de la guardaespaldas llenaron el ambiente. Akame no miró atrás otra vez, sino que agarró al marinero y echó a correr hacia la ventana por la que habían entrado. Al llegar, apartó el cadáver de la sectaria de una patada, abrió la ventana e indicó al timonel que saliera primero. El tipo obedeció, dando tumbos, y torpemente consiguió salir.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
Nada más poner un pie fuera de la casa, el Uchiha se concedió un pequeño lujo; un instante de descanso. El pecho le ardía, igual que la garganta, y al inspirar el aire fresco de la noche notó un ligero alivio. Le dolían todos los músculos del cuerpo, producto de la tensión y el repentino gasto de chakra. Se permitió relajarse un momento...
Justo antes de alzar la mirada y ver que en el interior de las casas de alrededor empezaban a encenderse luces.