30/07/2017, 23:37
Subió como buenamente pudo, decidido a dejar atrás a la única mujer que habían decidido no salvar, y al resto del culto. Uno que sucumbiría ante el imponente poderío de las llamas, que se abría camino en la diminuta habitación, consumiendo el poco oxígeno que había ya de por sí ahí adentro.
Pronto unos gritos ahogados de dolor, y los recuerdos de Yuuki clamando una mano amiga. A cambio, recibió las llamas como despedida, y ahí quedó, para el olvido.
Kaido corrió por detrás de Akame, quien hubo alcanzado la ventana junto al timonel primero que todos. Quitó de en medio el cadáver y pidió al marinero que fuera el primero en salir, luego los dos Uchiha, y después él, el tiburón. Una vez fuera, estuvo claro que todos y cada uno de los presentes tuvo que tomar descanso, tratar de recobrar el aire, y en el caso específico del escualo; sintió la imperante necesidad de coger su termo y beber a pico de él, hidratándose, y revitalizándose al mismo tiempo.
Entre sorbos, el grito de Akame le obligó a detenerse. Y la eufórica reacción de Datsue le sentir desairado.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
—Sí. Sí, sí, sí, sí… ¡Sí! —Kaido comprobó que a sus adyacencias las luces vecinas se encendían una tras otra, como una reacción en cadena—. No… No, no, no, no, no... ¡NOOOO!
—¡Corred, hijos de puta, corred! —no había otra opción. No la había. ¿Quién se iba a quedar a comprobar que de cada una de esas casas pudiera salir otro puñado de sectarios? y más importante aún: ¿quiénes los iban a derrotar?
Llegar al barco era prioritario. Tomarlo, y protegerlo. De ahí todo sería más sencillo. Claro que llegar hasta allá era otro tema.
Pronto unos gritos ahogados de dolor, y los recuerdos de Yuuki clamando una mano amiga. A cambio, recibió las llamas como despedida, y ahí quedó, para el olvido.
Kaido corrió por detrás de Akame, quien hubo alcanzado la ventana junto al timonel primero que todos. Quitó de en medio el cadáver y pidió al marinero que fuera el primero en salir, luego los dos Uchiha, y después él, el tiburón. Una vez fuera, estuvo claro que todos y cada uno de los presentes tuvo que tomar descanso, tratar de recobrar el aire, y en el caso específico del escualo; sintió la imperante necesidad de coger su termo y beber a pico de él, hidratándose, y revitalizándose al mismo tiempo.
Entre sorbos, el grito de Akame le obligó a detenerse. Y la eufórica reacción de Datsue le sentir desairado.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
—Sí. Sí, sí, sí, sí… ¡Sí! —Kaido comprobó que a sus adyacencias las luces vecinas se encendían una tras otra, como una reacción en cadena—. No… No, no, no, no, no... ¡NOOOO!
—¡Corred, hijos de puta, corred! —no había otra opción. No la había. ¿Quién se iba a quedar a comprobar que de cada una de esas casas pudiera salir otro puñado de sectarios? y más importante aún: ¿quiénes los iban a derrotar?
Llegar al barco era prioritario. Tomarlo, y protegerlo. De ahí todo sería más sencillo. Claro que llegar hasta allá era otro tema.