31/07/2017, 20:50
Nishijima Satomu hizo una entrada digna del personaje que se había construído él mismo. Akame no esperaba nada menos bizarro y teatral que lo que el artista les presentó, pero aún así le quedó un regusto amargo en la boca. Aquel tipo tenía algo que no terminaba de encajar, algo que hacía que le entrasen ganas de golpearle en la cara varias veces hasta borrarle aquella expresión altanera y orgullosa.
Del mismo modo, ordenó a Kotetsu —como si fuese su criado— a buscar la llave de la enorme entrada a la galería. El chico obedeció, diligente, pero incluso aunque logró desbloquear la cerradura, no fue capaz de abrir el inmenso portón. Akame se acercó a echarle una mano, y lo mismo hizo Kaido. Entre los tres gennin pudieron finalmente abrir la entrada.
«Parece que esta sanguijuela disfruta mandándonos recados y tratándonos como si fuéramos sus empleados. En cuanto agarre los documentos que necesito...»
Los pensamientos del Uchiha se vieron interrumpidos cuando la luz entró en aquella gigantesca galería e iluminó las decenas de figuras de piedra que allí reposaban. Durante unos momentos no pudo hacer nada más que callar, admirando el trabajo que debía haberle costado a Nishijima amasar tal cantidad de esculturas.
—Impresionante... —murmuró Akame.
Sin embargo, aquello hizo saltar las alarmas del joven gennin. Esperó a que el escultor no le estuviese prestando atención y entonces activó su Sharingan para registrar el lugar. ¿El motivo? Simple. Aquellas esculturas parecían estar tan vivas como los clones de arcilla que les habían atacado durante el camino.
«Debo buscar cualquier indicio de chakra en estas figuras... O en el propio artista», se dijo a sí mismo Akame mientras, disimuladamente, echaba un ojo al escultor para evaluar su nivel de chakra.
Del mismo modo, ordenó a Kotetsu —como si fuese su criado— a buscar la llave de la enorme entrada a la galería. El chico obedeció, diligente, pero incluso aunque logró desbloquear la cerradura, no fue capaz de abrir el inmenso portón. Akame se acercó a echarle una mano, y lo mismo hizo Kaido. Entre los tres gennin pudieron finalmente abrir la entrada.
«Parece que esta sanguijuela disfruta mandándonos recados y tratándonos como si fuéramos sus empleados. En cuanto agarre los documentos que necesito...»
Los pensamientos del Uchiha se vieron interrumpidos cuando la luz entró en aquella gigantesca galería e iluminó las decenas de figuras de piedra que allí reposaban. Durante unos momentos no pudo hacer nada más que callar, admirando el trabajo que debía haberle costado a Nishijima amasar tal cantidad de esculturas.
—Impresionante... —murmuró Akame.
Sin embargo, aquello hizo saltar las alarmas del joven gennin. Esperó a que el escultor no le estuviese prestando atención y entonces activó su Sharingan para registrar el lugar. ¿El motivo? Simple. Aquellas esculturas parecían estar tan vivas como los clones de arcilla que les habían atacado durante el camino.
«Debo buscar cualquier indicio de chakra en estas figuras... O en el propio artista», se dijo a sí mismo Akame mientras, disimuladamente, echaba un ojo al escultor para evaluar su nivel de chakra.