1/08/2017, 00:47
— Pero... ¿No deberíamos subir nosotros las cosas? Tampoco pesan mucho...
— No es por mi, Eri-chan, es que a él le encanta subir el equipaje a las habitaciones.
Porque así puede cobrarnos más. Tiré de la mano de Eri, instandola a caminar por el estrecho camino de tierra que era la salida o entrada a la aldea por ese lado del rio. Seguimos por el camino un rato hasta que la humedad en la tierra se hizo más que evidente, nos cruzamos con un pequeño riachuelo que parecía nuevo por el lugar, ya que la deformación provocada por él era mínima.
— Por aquí, sigueme.
Me adentré en la espesura siguiendo aquel hilillo de agua irregular e intermitente que finalmente hacía una curva suave hacia la derecha, ahí giré a la izquierda. Tras otro par de minutos andando y atravesando plantas y hierbajos dimos con un tronco caído que en uno de sus huecos había hecho un nido unos pajaros pequeños y gordinflones.
— Ya casi estamos.
En ese tronco giré a la derecha y tuvimos que hacer zig zag para esquivar las putas zarzas que cada día parecían más puntiagudas e hijas de planta. Tras el muro de zarzas que pudimos pasar solamente porque ya había un camino hecho las plantas que antes habían sido todo molestias, de esas que se pegaban o las que se te pegan en la ropa, desaparecieron. Siendo sustituidas por pequeñas flores con petalos de todas las formas y colores.
En mi prisa por llegar puede que pateara sin querer algunos petalos caídos o algunas flores directamente, por suerte, eso solo hizo la visión del hermoso lago que se extendía ante nosotros más embriagadora. El agua se extendía en forma de herradura, dejando una pequeña peninsula rodeada por casi todas partes de agua. No era especialmente grande aunque tampoco disponía de mucho espacio para expandirse ya que por todo su perimetro estaba cubierto de plantas y flores de todo tipo.
Dejé pasar a Eri delante mio, para que pudiese ver el panorama con sus ojos. El único sonido en aquel lugar eran nuestras respiraciones y la leve corriente que alimentaba y drenaba el lago a partes iguales, entrando por una punta de la herradura y saliendo por la contraria.
Las últimas luces del día dejaban el cielo de un fuerte tono anaranjado, ante el cual Eri se alzaba como un faro en la costa, dando la sensación de que todo va a salir bien. Y con ella al lado, hasta podría creermelo. La mire con una sonrisa esperando que ella rompiese el silencio.
— No es por mi, Eri-chan, es que a él le encanta subir el equipaje a las habitaciones.
Porque así puede cobrarnos más. Tiré de la mano de Eri, instandola a caminar por el estrecho camino de tierra que era la salida o entrada a la aldea por ese lado del rio. Seguimos por el camino un rato hasta que la humedad en la tierra se hizo más que evidente, nos cruzamos con un pequeño riachuelo que parecía nuevo por el lugar, ya que la deformación provocada por él era mínima.
— Por aquí, sigueme.
Me adentré en la espesura siguiendo aquel hilillo de agua irregular e intermitente que finalmente hacía una curva suave hacia la derecha, ahí giré a la izquierda. Tras otro par de minutos andando y atravesando plantas y hierbajos dimos con un tronco caído que en uno de sus huecos había hecho un nido unos pajaros pequeños y gordinflones.
— Ya casi estamos.
En ese tronco giré a la derecha y tuvimos que hacer zig zag para esquivar las putas zarzas que cada día parecían más puntiagudas e hijas de planta. Tras el muro de zarzas que pudimos pasar solamente porque ya había un camino hecho las plantas que antes habían sido todo molestias, de esas que se pegaban o las que se te pegan en la ropa, desaparecieron. Siendo sustituidas por pequeñas flores con petalos de todas las formas y colores.
En mi prisa por llegar puede que pateara sin querer algunos petalos caídos o algunas flores directamente, por suerte, eso solo hizo la visión del hermoso lago que se extendía ante nosotros más embriagadora. El agua se extendía en forma de herradura, dejando una pequeña peninsula rodeada por casi todas partes de agua. No era especialmente grande aunque tampoco disponía de mucho espacio para expandirse ya que por todo su perimetro estaba cubierto de plantas y flores de todo tipo.
Dejé pasar a Eri delante mio, para que pudiese ver el panorama con sus ojos. El único sonido en aquel lugar eran nuestras respiraciones y la leve corriente que alimentaba y drenaba el lago a partes iguales, entrando por una punta de la herradura y saliendo por la contraria.
Las últimas luces del día dejaban el cielo de un fuerte tono anaranjado, ante el cual Eri se alzaba como un faro en la costa, dando la sensación de que todo va a salir bien. Y con ella al lado, hasta podría creermelo. La mire con una sonrisa esperando que ella rompiese el silencio.
—Nabi—