2/08/2017, 11:41
Cuando Ayame le dio la razón, sintió como algo dentro de ella se removía, algo seguramente llamado orgullo. Por ello una pequeña sonrisa se apoderó de sus labios, una muy pequeña y casi imperceptible, pero allí estaba. Sin embargo su gozo duró poco, pues la amenia pronto volvió a la carga, saltando a otra rama para continuar su búsqueda, así que se vio obligada a olvidar su buena hazaña y seguir con su cometido.
Iban a buen ritmo, incluso se atrevería a decir que estaban más que acostumbradas a andar por aquellos sitios —no sabía Ayame, pero ella lo había hecho relativamente poco—, hasta que los rayos de sol se colaron hasta sus ojos, haciéndola ver que poco a poco los árboles se distanciaban y cuanto más lo hacían, más cerca estaban del claro cubierto de flores que había descrito la niña de antes.
Y así fue, pues pocos segundos después y unas cuantas ramas más, Ayame se detuvo y ella hizo lo propio a su lado, sujetándose a la rama fuertemente para no caer. Y allí pudo ver la cantidad de vegetación que allí vivía, todas las flores que por el claro se esparcían y el maravilloso y dulce aroma que estas habían conseguido esparcir por todo el aire que rodeaba el lugar.
Sin embargo no pudo disfrutarlo, pues aquel aroma se metió en sus fosas nasales e hizo cosquillas a su nariz, haciendo que poco a poco se avecinase lo que podría ser un sonoro estornudo. Por lo cual se mantuvo muy quieta, esperando por él hasta que...
Se vio ahuecado por ambas manos y mucha fuerza de voluntad, pero casi se había visto en el suelo. Cuando se relajó lo suficiente escuchó a Ayame hablar.
—¿Hemos llegado al otro extremo del bosque? —Preguntó la joven, sin embargo pronto cambió al tema principal, la razón por la que habían llegado al otro extremo—. Bueno, vamos allá. ¿Ves algún conejo blanco?
— Esto... — Fue lo que murmuró cuando empezó a observar el entorno con cuidado, a veces incluso entornando los ojos para ver con mayor precisión los lugares más difíciles, sin embargo la paciencia no fue una virtud que brillase ni en ella, ni por lo visto tampoco en su acompañante.
— Va a ser difícil encontrar un animal tan pequeño en un espacio tan grande... Si al menos no estuvieran las flores sería más fácil buscarl... ¡Allí!
Cuando notó como la joven de Amegakure tocaba su brazo, ella giró su cabeza hacia donde Ayame señalaba para ver que efectivamente, algo se movía de forma antinatural entre toda aquella vegetación, y aunque Eri no apreciaba muy bien qué era o qué dejaba de ser, tenía un alto porcentaje de ser el conejo que buscaban.
— ¡Bien! — Exclamó, pero lo hizo en voz baja, así que su voz pareció alterada por unos momentos. — Ahora deberíamos bajar ahí y cogerlo... ¿Alguna idea de cómo llegar allí de forma no sospechosa? — Preguntó mirando a la joven que tenía al lado con cierto aire pensativo. — ¿Y si nos convertimos en conejos?
Iban a buen ritmo, incluso se atrevería a decir que estaban más que acostumbradas a andar por aquellos sitios —no sabía Ayame, pero ella lo había hecho relativamente poco—, hasta que los rayos de sol se colaron hasta sus ojos, haciéndola ver que poco a poco los árboles se distanciaban y cuanto más lo hacían, más cerca estaban del claro cubierto de flores que había descrito la niña de antes.
Y así fue, pues pocos segundos después y unas cuantas ramas más, Ayame se detuvo y ella hizo lo propio a su lado, sujetándose a la rama fuertemente para no caer. Y allí pudo ver la cantidad de vegetación que allí vivía, todas las flores que por el claro se esparcían y el maravilloso y dulce aroma que estas habían conseguido esparcir por todo el aire que rodeaba el lugar.
Sin embargo no pudo disfrutarlo, pues aquel aroma se metió en sus fosas nasales e hizo cosquillas a su nariz, haciendo que poco a poco se avecinase lo que podría ser un sonoro estornudo. Por lo cual se mantuvo muy quieta, esperando por él hasta que...
Se vio ahuecado por ambas manos y mucha fuerza de voluntad, pero casi se había visto en el suelo. Cuando se relajó lo suficiente escuchó a Ayame hablar.
—¿Hemos llegado al otro extremo del bosque? —Preguntó la joven, sin embargo pronto cambió al tema principal, la razón por la que habían llegado al otro extremo—. Bueno, vamos allá. ¿Ves algún conejo blanco?
— Esto... — Fue lo que murmuró cuando empezó a observar el entorno con cuidado, a veces incluso entornando los ojos para ver con mayor precisión los lugares más difíciles, sin embargo la paciencia no fue una virtud que brillase ni en ella, ni por lo visto tampoco en su acompañante.
— Va a ser difícil encontrar un animal tan pequeño en un espacio tan grande... Si al menos no estuvieran las flores sería más fácil buscarl... ¡Allí!
Cuando notó como la joven de Amegakure tocaba su brazo, ella giró su cabeza hacia donde Ayame señalaba para ver que efectivamente, algo se movía de forma antinatural entre toda aquella vegetación, y aunque Eri no apreciaba muy bien qué era o qué dejaba de ser, tenía un alto porcentaje de ser el conejo que buscaban.
— ¡Bien! — Exclamó, pero lo hizo en voz baja, así que su voz pareció alterada por unos momentos. — Ahora deberíamos bajar ahí y cogerlo... ¿Alguna idea de cómo llegar allí de forma no sospechosa? — Preguntó mirando a la joven que tenía al lado con cierto aire pensativo. — ¿Y si nos convertimos en conejos?
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)