3/08/2017, 20:14
Poco tiempo había pasado de su llegada al Valle de los Dojos. Menos tiempo aún desde que se había establecido en su habitación designada en Nishinoya, terreno correspondiente a los participantes de Amegakure. Por fortuna para la ansiedad y la emoción, incluso menos tiempo era el que faltaba para que los combates se den por comenzados al igual que el torneo por el cuál shinobi y kunoichi asistieron ese verano al País del Fuego.
Se podía decir que Karamaru se encontraba un poco asustado, pero no era más que simplemente no saber contra qué era lo que se enfrentaba. ¿Y si era demasiado débil? ¿Y si no estaba preparado? La confianza que había adquirido en el viaje a ese lugar se comenzó a perder en el momento en que empezó a realizarse todas esas preguntas, una tras otra, día tras día, sin parar. Y es que cada vez se acercaba más el momento de pisar la arena de combate y sus dudas e inseguridad en sí mismo se acrecentaban.
Toda la experiencia que pudo haber adquirido peleando contra sus compañeros monjes se vio disipada desde que saludó al guardia que le dio la instrucciones. Y es que sentado con las piernas cruzadas en un banco de piedra, justo al borde de una fuente con peces, seguía preguntándose si era capaz.
«Tranquilo Karamaru, piensa en otra cosa. Anímate, ve a conocer a alguien, dispersa un poco tu mente» el otro lado de su cabeza hacía lo posible para batallar, pero había momento en que le era imposible.
El monje, terco, siguió tomando una taza de té de gran tamaño mientras veía a los koi yendo un lado hacia de la fuente. En particular se fijaba en uno de color dorado, o amarillo, que giraba en círculos pegado a los bordes. Mantenía la mirada perdida en un pez que cada vez iba más rápido, y más rápido, hasta que otro pez de color azul se le cruzó en su camino y lo obligó a frenar.
Quiero que empiece esta mierda, ¡VAMOS!- gritó al aire, liberando un poco de tensión.
Se podía decir que Karamaru se encontraba un poco asustado, pero no era más que simplemente no saber contra qué era lo que se enfrentaba. ¿Y si era demasiado débil? ¿Y si no estaba preparado? La confianza que había adquirido en el viaje a ese lugar se comenzó a perder en el momento en que empezó a realizarse todas esas preguntas, una tras otra, día tras día, sin parar. Y es que cada vez se acercaba más el momento de pisar la arena de combate y sus dudas e inseguridad en sí mismo se acrecentaban.
Toda la experiencia que pudo haber adquirido peleando contra sus compañeros monjes se vio disipada desde que saludó al guardia que le dio la instrucciones. Y es que sentado con las piernas cruzadas en un banco de piedra, justo al borde de una fuente con peces, seguía preguntándose si era capaz.
«Tranquilo Karamaru, piensa en otra cosa. Anímate, ve a conocer a alguien, dispersa un poco tu mente» el otro lado de su cabeza hacía lo posible para batallar, pero había momento en que le era imposible.
El monje, terco, siguió tomando una taza de té de gran tamaño mientras veía a los koi yendo un lado hacia de la fuente. En particular se fijaba en uno de color dorado, o amarillo, que giraba en círculos pegado a los bordes. Mantenía la mirada perdida en un pez que cada vez iba más rápido, y más rápido, hasta que otro pez de color azul se le cruzó en su camino y lo obligó a frenar.
Quiero que empiece esta mierda, ¡VAMOS!- gritó al aire, liberando un poco de tensión.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘