3/08/2017, 20:46
Luego de una divertida juerga matutina en Sendōshi, Kaido decidió regresar a su complejo. Lo cierto es que tenía ya un par de días haciendo el tonto, comiendo de manera insana y preocupándose muy poco por su participación en las instancias preliminares del torneo, cuya ronda inicial estaba al caer. Fuera por la ciega confianza que se tenía a sí mismo, o porque ignorar el problema fuera su mejor manera de no comerse la cabeza con el asunto, el gyojin había logrado mantenerse calmo y paciente ante la inminente batalla que tendría que entablar en un par de días.
A diferencia, claro de muchos otros, incluyendo aquel que, en su camino al edificio principal; arrojó un grito desmedido y desairado que según pudo prever, provenía de los linderos de los jardines centrales, donde estaban las fuentes.
—Quiero que empiece esta mierda, ¡vamos! —La curiosidad le cogió como anzuelo pesquero y le obligó a desviar su trayecto para ver de quién diablos se trataba.
Y allí se encontró a un muchacho, más calvo que las gaviotas peladas de La Capital, debatiéndose con los peces del estanque. Así que, como pez fuera del agua; Kaido se le acercó a cuestas y le increpó, sonriente.
—Tranquilo, yo también hablo con los peces de vez en cuando. Y creo que, de alguna forma, me entienden: ¿sabes? —dijo, anecdótico, como si aquello fuera verdad—. ¿qué te aflige, compañero? ¿qué mierda es la que quieres que empiece?
A diferencia, claro de muchos otros, incluyendo aquel que, en su camino al edificio principal; arrojó un grito desmedido y desairado que según pudo prever, provenía de los linderos de los jardines centrales, donde estaban las fuentes.
—Quiero que empiece esta mierda, ¡vamos! —La curiosidad le cogió como anzuelo pesquero y le obligó a desviar su trayecto para ver de quién diablos se trataba.
Y allí se encontró a un muchacho, más calvo que las gaviotas peladas de La Capital, debatiéndose con los peces del estanque. Así que, como pez fuera del agua; Kaido se le acercó a cuestas y le increpó, sonriente.
—Tranquilo, yo también hablo con los peces de vez en cuando. Y creo que, de alguna forma, me entienden: ¿sabes? —dijo, anecdótico, como si aquello fuera verdad—. ¿qué te aflige, compañero? ¿qué mierda es la que quieres que empiece?