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Así pues, Habaki Karamaru se presentó como buenamente pudo y rechazó, además, el caramelo que con tanta cordialidad le hubo ofrecido el tiburón. Kaido retiró la mano, guardándosela en los bolsillos de su pantalón mientras observaba atentamente parsimoniosamente a su interlocutor con aquel par de orbes azules, filosos e introspectivos, que daban la sensación de que el escualo te iba a soltar un mordisco de consecuencias fatales directo a la yugular.
El calvo, no obstante, clamó que para él bastaba con hacer de su participación una actuación decente donde diera todo de sí. Kaido negó con la cabeza, aparentemente en desacuerdo, y argumentó:
—Yo que tú tendría un poco más de ambición, mi buen Karamaru. ¿Acaso no sabes que dependiendo de tu actuación, y de cuánto avances en el torneo, puedes ser candidato a ganar un pase directo a los próximos exámenes de chunin? ¿sin tener que cumplir todos los jodidos requisitos, llámese las malditas misiones que tanto dan por culo? —el gyojin hizo un gesto desmeritorio con la mano, y continuó—. claro que no te equivocas en que habrá un buen puñado de contrincantes que serán jodidamente difíciles de derrotar, sobre todo de algunos de uzushio, y un par de nuestra propia aldea.
Kaido escupió el caramelo desgastado al suelo con agresividad, y miró al calvo fijamente.
»Pero me los voy a cargar a todos, o eso espero —rió por lo bajo, como si tan improbable hazaña fuera del todo posible.
El calvo, no obstante, clamó que para él bastaba con hacer de su participación una actuación decente donde diera todo de sí. Kaido negó con la cabeza, aparentemente en desacuerdo, y argumentó:
—Yo que tú tendría un poco más de ambición, mi buen Karamaru. ¿Acaso no sabes que dependiendo de tu actuación, y de cuánto avances en el torneo, puedes ser candidato a ganar un pase directo a los próximos exámenes de chunin? ¿sin tener que cumplir todos los jodidos requisitos, llámese las malditas misiones que tanto dan por culo? —el gyojin hizo un gesto desmeritorio con la mano, y continuó—. claro que no te equivocas en que habrá un buen puñado de contrincantes que serán jodidamente difíciles de derrotar, sobre todo de algunos de uzushio, y un par de nuestra propia aldea.
Kaido escupió el caramelo desgastado al suelo con agresividad, y miró al calvo fijamente.
»Pero me los voy a cargar a todos, o eso espero —rió por lo bajo, como si tan improbable hazaña fuera del todo posible.