4/08/2017, 10:11
(Última modificación: 4/08/2017, 10:12 por Aotsuki Ayame.)
—¡Bien! — exclamó Eri en voz baja—. Ahora deberíamos bajar ahí y cogerlo... ¿Alguna idea de cómo llegar allí de forma no sospechosa? —le preguntó a Ayame, pero tras algunos segundos fue ella la que dio la primer sugerencia—. ¿Y si nos convertimos en conejos?
—¿En conejos? —repitió Ayame, perpleja. Hacía relativamente poco que había conseguido dominar la técnica de transformación, aunque, a decir verdad, nunca se le había ocurrido un uso así. Se encogió de hombros—. Podemos probar. Pero será mejor que lo hagamos desde el suelo. Los conejos no son buenos trepadores.
Se rio y, dando la vuelta al tronco del árbol para quedar fuera de la vista de lo que fuera que hubiera en el claro de flores, bajó de un salto y se mantuvo acuclillada. Entrelazó sus manos: Perro, jabalí, carnero. Y en su mente dibujó la imagen de un conejo. Una leve nube de humo ocultó su figura durante unos breves instantes y, cuando se desvaneció, dejó a la vista la silueta de un conejo completamente negro y de mediano tamaño.
Inquieta, miró a su alrededor varias veces, se miró a sí misma, a sus mullidas patitas y cogió sus orejas. Después volvió a mirar a su alrededor, buscando a Eri. Su nariz se movía de un lado a otro.
—¿En conejos? —repitió Ayame, perpleja. Hacía relativamente poco que había conseguido dominar la técnica de transformación, aunque, a decir verdad, nunca se le había ocurrido un uso así. Se encogió de hombros—. Podemos probar. Pero será mejor que lo hagamos desde el suelo. Los conejos no son buenos trepadores.
Se rio y, dando la vuelta al tronco del árbol para quedar fuera de la vista de lo que fuera que hubiera en el claro de flores, bajó de un salto y se mantuvo acuclillada. Entrelazó sus manos: Perro, jabalí, carnero. Y en su mente dibujó la imagen de un conejo. Una leve nube de humo ocultó su figura durante unos breves instantes y, cuando se desvaneció, dejó a la vista la silueta de un conejo completamente negro y de mediano tamaño.
Inquieta, miró a su alrededor varias veces, se miró a sí misma, a sus mullidas patitas y cogió sus orejas. Después volvió a mirar a su alrededor, buscando a Eri. Su nariz se movía de un lado a otro.