5/08/2017, 17:43
(Última modificación: 5/08/2017, 17:45 por Uchiha Akame.)
Nezumi retrocedió con los ojos como platos. El Jefe correspondió al movimiento acercándose más, enarbolando la daga ahora por el mango, con la punta afilada y brillante mirando directamente al cuello del sicario. De repente, el hombre con cara de rata trató de desenvainar su propia arma —el cuchillo largo y grande, del tamaño de una wakizashi, con el que había degollado a Ishigami Takuya la noche anterior— para defenderse. Pero el Jefe fue más rápido; con un veloz paso hacia delante se abalanzó sobre su subordinado y le clavó su daga en el gaznate con una estocada certera. El sicario gorjeó unas palabras ininteligibles antes de caer de espaldas al suelo aferrándose el cuello con ambas manos.
—Siempre te dije que esa navaja era demasiado grande como para poder desenfundarla rápido, Nezumi... —dijo el Jefe, dando otra fumada a su puro, como si estuviese reflexionando en voz alta—. Venga, músico. Obra tu magia.
El maestro Rokuro, que había presenciado toda la escena en primera fila —y de hecho sus ropas estaban manchadas con la sangre del difunto Nezumi—, parecía a punto de desmayarse. Sudaba exageradamente, tenía los ojos desencajados y estaba muy pálido. Aun así, sacó fuerzas para arrancar algunas notas de su Shamisen. Fue una melodía triste, desgarrada.
De repente, el hombre con cara de rata empezó a convulsionar violentamente. Empezó por la pierna derecha y el temblor acabó por extenderse al cuerpo entero. Ante la atónita mirada de los presentes, Nezumi trató de ponerse en pie mientras intentaba decir algo, provocando que la daga clavada todavía en su cuello se moviese e hiciese todavía más grande la herida.
—Que mi santa madre me dé dos sopapos... —balbuceó el Jefe.
Mientras, fuera, los muchachos debatían su plan de ataque. Akame agachó la cabeza cuando su compañero de Aldea les expuso lo que pensaba que era la táctica más óptima. «Ese shinobi tiene más chakra que cualquiera de nosotros, y también más cicatrices. No parece demasiado inteligente enfrentarnos a él abiertamente... Aunque tenemos el elemento sorpresa a nuestro favor. Maldición...»
—Es un ninja... ¿Seguro que deberíamos atacarle? ¿Y si está cumpliendo una misión para otra Aldea? —reflexionó en voz baja el Uchiha. «Aunque no lleva bandana ninguna»—. Por todos los dioses, nos estamos arriesgando a que ese tipo nos mate a los tres.