5/08/2017, 18:21
La situación parecía estar bajo su control, pero el chico rubio le demostró que aun tenía unos cuantos trucos bajo la manga: Formulo un sello del carnero y, antes de que el Hakagurē pudiese decir algo, había desaparecido.
“¿Y ahora qué?”, se pregunto durante un instante.
Y ese instante basto para que su oponente se posicionara en su punto ciego. Le basto con escuchar el sonido mecánico de algún mecanismo para comprender lo que sucedía. Forzó su espalda y caderas lo más que pudo para girarse, pero era tarde; un kunai, empuñado con fuerza e ira, se diría a alojarse justamente en el espacio entre su hombro y clavícula. Sin embargo, el miedo no lo dominaba por completo en aquel momento, solo era asediado por una leve sensación de impotencia. Apenas pudo seguir el reflejo de alejar su torso del filo, pero a aquellas alturas eso era imposible.
“Si he recibir el frio beso del acero, pues que así sea”, pensó resignado, ahora que su fútil movimiento solo había conseguido que el punto de impacto fuese un poco más bajo, justo por debajo de su clavícula y justo por encima de su corazón.
Se resigno a perder, a aceptar una derrota serena mientras aun sostenía su katana con firmesa…, pero unas cuantas chispas y un fuerte crujido metálico le indicaron que las cosas habrían de ser diferentes.
Aquel puñal encontró su tenebroso propósito truncado, por una especie de placa metálica que desde el principio estuvo oculta entre los ropajes del Hakagurē. Se trataba de su bandana ninja, que consiguió desviar aquel peligroso golpe. Mas solo fue una leve ayuda, pues de igual forma el filo consiguió surcar su pectoral de arriba hacia abajo.
Le sorprendió el aun encontrarse consiente, mas no fue tanta la sorpresa al notar que su espada había perdido el chakra acumulado debido a su reciente conmoción. Se tambaleo un poco cuando su oponente retiro el puñal, predisponiéndose a arrojarle una patada. En aquel instante no se sentía con la fuerza necesaria para rodar o esquivar cualquier intento de ataque, mas si se sentía con la serenidad e ímpetu suficiente como para alzar su espada contra aquel que le atacaba.
Elevo su arma y, antes de que el golpe le llegase, la enfilo de punta hacia el vientre de su oponente. Más no buscaba empalarlo, eso hubiese sido muy fácil quitando la funda de chakra de Bohimei, solo nesecitaba darle una estocada lo suficientemente fuerte como para que supiera que se sentia una puñalada en la entrañas.
“¿Y ahora qué?”, se pregunto durante un instante.
Y ese instante basto para que su oponente se posicionara en su punto ciego. Le basto con escuchar el sonido mecánico de algún mecanismo para comprender lo que sucedía. Forzó su espalda y caderas lo más que pudo para girarse, pero era tarde; un kunai, empuñado con fuerza e ira, se diría a alojarse justamente en el espacio entre su hombro y clavícula. Sin embargo, el miedo no lo dominaba por completo en aquel momento, solo era asediado por una leve sensación de impotencia. Apenas pudo seguir el reflejo de alejar su torso del filo, pero a aquellas alturas eso era imposible.
“Si he recibir el frio beso del acero, pues que así sea”, pensó resignado, ahora que su fútil movimiento solo había conseguido que el punto de impacto fuese un poco más bajo, justo por debajo de su clavícula y justo por encima de su corazón.
Se resigno a perder, a aceptar una derrota serena mientras aun sostenía su katana con firmesa…, pero unas cuantas chispas y un fuerte crujido metálico le indicaron que las cosas habrían de ser diferentes.
Aquel puñal encontró su tenebroso propósito truncado, por una especie de placa metálica que desde el principio estuvo oculta entre los ropajes del Hakagurē. Se trataba de su bandana ninja, que consiguió desviar aquel peligroso golpe. Mas solo fue una leve ayuda, pues de igual forma el filo consiguió surcar su pectoral de arriba hacia abajo.
Le sorprendió el aun encontrarse consiente, mas no fue tanta la sorpresa al notar que su espada había perdido el chakra acumulado debido a su reciente conmoción. Se tambaleo un poco cuando su oponente retiro el puñal, predisponiéndose a arrojarle una patada. En aquel instante no se sentía con la fuerza necesaria para rodar o esquivar cualquier intento de ataque, mas si se sentía con la serenidad e ímpetu suficiente como para alzar su espada contra aquel que le atacaba.
Elevo su arma y, antes de que el golpe le llegase, la enfilo de punta hacia el vientre de su oponente. Más no buscaba empalarlo, eso hubiese sido muy fácil quitando la funda de chakra de Bohimei, solo nesecitaba darle una estocada lo suficientemente fuerte como para que supiera que se sentia una puñalada en la entrañas.