6/08/2017, 00:14
(Última modificación: 6/08/2017, 00:22 por Amedama Daruu.)
En algún lugar remoto del País de la Espiral, se extendía un bosque frondosísimo, con miles de árboles. "Menuda chorrada", diría cualquiera que leyera esa frase y conociese el País de la Espiral. "¡Pero si gran parte del país es un puto bosque!". Y no le faltaría nada de razón.
Hacía rato que había caído ya la noche, y lo que parecía ser el comienzo de un chiste malo se sentaba al auspicio de la luz de la luna y el resplandor y el calor anaranjado de una hoguera improvisada: un Akimichi y dos genin del clan Uchiha.
El más gordo de los tres —no creo que haga falta especificar quién era— chocó las manos y se las frotó, como si estuviera a punto de disfrutar de un gran banquete. Lo cierto es que no había comida ni lamida por el fuego ni frente a ellos. Yakisoba desconocía el tipo de provisiones que habían traído consigo sus subordinados, pero él lo tenía muy claro. Se llevó las manos a una mochila de la espalda y sustrajo un enorme pergamino(1), que desplegó delante de ellos. Allí había un sello de fuuinjutsu.
—Como mi abuelo decía siempre: nunca dejes con hambre a tus compañeros. —Yakisoba posó la palma de la mano sobre el sello, y estalló una pequeña nube de humo. Allí donde estaba la nada ahora reposaban tres bocadillos, envueltos con cuidado. Yakisoba cogió uno de ellos y extendió la palma de la otra mano, generoso—. Adelante, ¡comed, comed! Es mi bocata preferido, seguro que mañana tenéis la energía de un jounin.
(1): Esto es, al menos para los dos genin, puesto que Akimichi Yakisoba era un hombre de por sí muy grande. El pergamino era de tamaño estándar para él.
Hacía rato que había caído ya la noche, y lo que parecía ser el comienzo de un chiste malo se sentaba al auspicio de la luz de la luna y el resplandor y el calor anaranjado de una hoguera improvisada: un Akimichi y dos genin del clan Uchiha.
El más gordo de los tres —no creo que haga falta especificar quién era— chocó las manos y se las frotó, como si estuviera a punto de disfrutar de un gran banquete. Lo cierto es que no había comida ni lamida por el fuego ni frente a ellos. Yakisoba desconocía el tipo de provisiones que habían traído consigo sus subordinados, pero él lo tenía muy claro. Se llevó las manos a una mochila de la espalda y sustrajo un enorme pergamino(1), que desplegó delante de ellos. Allí había un sello de fuuinjutsu.
—Como mi abuelo decía siempre: nunca dejes con hambre a tus compañeros. —Yakisoba posó la palma de la mano sobre el sello, y estalló una pequeña nube de humo. Allí donde estaba la nada ahora reposaban tres bocadillos, envueltos con cuidado. Yakisoba cogió uno de ellos y extendió la palma de la otra mano, generoso—. Adelante, ¡comed, comed! Es mi bocata preferido, seguro que mañana tenéis la energía de un jounin.
(1): Esto es, al menos para los dos genin, puesto que Akimichi Yakisoba era un hombre de por sí muy grande. El pergamino era de tamaño estándar para él.
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