6/08/2017, 02:47
El hombre pareció entender a la perfección la indirecta que bien directa le había lanzado la chica. Intentó protestar ante la chica, pero ésta zanjó el asunto despidiéndole por las buenas. Quizás no tan buenas, pero peor podrían haber acabado. Fuese como fuese, el vendedor quedó en un alejado segundo plano, donde casi queda llorando en busca de un poco de atención. Sin embargo, se mantuvo en silencio, en pos de no liarla mas, o a saber...
Aiko cambió rápidamente el asunto a atender, volviendo a lo que anteriormente estaba hablando con el chico. Aunque éste alegó que ni un buen maquillaje podía esconder eso, justamente le había dado una fantástica idea. Podía usar el henge para aparentar mas edad, al igual que otras muchas kunoichis usaban de ésta técnica para justo lo contrario. Al final, terminó diciendo que lo mejor era que se rodease solo de gente de confianza, que conociesen su secreto y no temiesen a ello. Eso si, no terminó sin insistir en que también debía avisar de su situación a la Arashikage, para que ésta la protegiese con alguna especie de trato.
Lamentablemente, un trato para mantener una escolta permanente... sonaba realmente difícil, y espeluznante.
—Sea como sea, todo va a cambiar tras éste torneo...
Con ánimos renovados, el comerciante volvió a la carga. Aiko volvió su mirada al hombre, aún enfadada. Pero éste no hacía mas que pedir que por favor le perdonasen, había recorrido un largo camino hasta allí, y solo quería ejercer su oficio. Incluso se escudó en que su actitud venía a cuento de que unos chicos le habían hecho una jugarreta unas semanas atrás, y que por ello no podía evitar su odio hacia los críos. La kunoichi cesó un poco su iracunda mirada, y dejó caer un suspiro. El hombre no tardó en intentar entrometerse en el problema que la chica debía tratar, como si hubiese escuchado todo, absolutamente todo. De nuevo, insistió en que el chico le perdonase.
—Lo siento mucho, pero mi problema es algo que solo el tiempo puede solucionar...
Aiko cambió rápidamente el asunto a atender, volviendo a lo que anteriormente estaba hablando con el chico. Aunque éste alegó que ni un buen maquillaje podía esconder eso, justamente le había dado una fantástica idea. Podía usar el henge para aparentar mas edad, al igual que otras muchas kunoichis usaban de ésta técnica para justo lo contrario. Al final, terminó diciendo que lo mejor era que se rodease solo de gente de confianza, que conociesen su secreto y no temiesen a ello. Eso si, no terminó sin insistir en que también debía avisar de su situación a la Arashikage, para que ésta la protegiese con alguna especie de trato.
Lamentablemente, un trato para mantener una escolta permanente... sonaba realmente difícil, y espeluznante.
—Sea como sea, todo va a cambiar tras éste torneo...
Con ánimos renovados, el comerciante volvió a la carga. Aiko volvió su mirada al hombre, aún enfadada. Pero éste no hacía mas que pedir que por favor le perdonasen, había recorrido un largo camino hasta allí, y solo quería ejercer su oficio. Incluso se escudó en que su actitud venía a cuento de que unos chicos le habían hecho una jugarreta unas semanas atrás, y que por ello no podía evitar su odio hacia los críos. La kunoichi cesó un poco su iracunda mirada, y dejó caer un suspiro. El hombre no tardó en intentar entrometerse en el problema que la chica debía tratar, como si hubiese escuchado todo, absolutamente todo. De nuevo, insistió en que el chico le perdonase.
—Lo siento mucho, pero mi problema es algo que solo el tiempo puede solucionar...